Tras sufrir todo tipo de problemas técnicos con su avión y de enfrentarse a una meteorología ciertamente adversa John Alcock y Arthur Brown aterrizaban en Irlanda a primera hora de la mañana del 15 de junio de 1919 tras haber partido de Terranova poco menos de 16 horas antes. Fue el primer vuelo trasatlántico sin escalas de la historia. Llevaban también un poco de correo a bordo.
Su avión era un bombardero Vickers Vimy modificado que hoy en día se puede ver en el Museo de Ciencia de Londres.
Alcock y Brown estuvieron a punto de no conseguirlo y de dejarse la vida en el intento, en especial durante las primeras horas del vuelo cuando se vieron rodeados por una densa niebla y Alcock perdió en un par de ocasiones la orientación y casi se estrellaron en el mar. Luego, a eso de las 3 de la mañana, tuvieron que atravesar una tormenta de nieve que estuvo a punto de hacer que el avión se cubriera de hielo. Y eso por no hablar del frío que pasaron ellos porque el generador eléctrico del avión había dejado de funcionar al poco de despegar con lo que la calefacción eléctrica de sus trajes no funcionaba, igual que tampoco lo hacía su intercomunicador ni la radio. El aterrizaje no fue todo lo fino que podía haber sido pues aterrizaron en una turbera, con lo que el avión capotó, aunque ellos dos salieron ilesos.
Alcock murió en un accidente de avión en diciembre de 1919; Brown murió en 1948. Así que ninguno de ellos llegó a ver la popularización del avión como medio de transporte ni mucho menos el que se convirtiera en el principal medio de cruzar el Atlántico.
Y es que hoy en día algo más de 2.500 vuelos cruzan el Atlántico a diario. A bordo van miles de personas más o menos cómodamente sentadas o reclinadas en sus asientos mientras duermen, leen, ven películas o series o escuchan música o –incluso– hablan con sus compañeros de viaje.
Creo tan siquiera Alcock y Brown se habrían imaginado un cambio como este.
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