El 22 de octubre de 1797 el francés André Jacques Garnerin realizaba lo que se considera el primer salto de la historia en un paracaídas «moderno». Esto es, un paracaídas sin estructura, similar a los que se usan en la actualidad.
Era un paracaídas de seda de unos siete metros de diámetro que se abrió una vez que Garnerin cortó la cuerda que unía la góndola en la que él iba montado a un globo de hidrógeno. El descenso, desde unos 1.000 metros de altura, fue en modo coctelera porque el paracaídas no tenía ningún hueco que permitiera escapar el aire, con lo que se balanceaba de lado a lado. Sin embargo Garnerin salió ileso de su salto, el primero de muchos.
Se cuenta que Abbás Ibn Firnás hizo algo parecido allá por el año 852 al lanzarse desde lo alto de una torre de Córdoba con una enorme lona que le permitió amortiguar su caída, aunque no hay ningún tipo de prueba de que eso fuera cierto.
Antes que el de Garnerin el primer salto en paracaídas documentado corresponde a Louis-Sébastien Lenormand, quien el 26 de diciemnbre de 1783 saltaba desde la torre del observatorio de Montpellier usando un paracaídas de algo menos de cinco metros de diámetro con una estructura de madera.
(Vía ESA History).