El 4 de octubre de 1989 la tripulación de un bombardero B-1B Lancer de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos descubrió al final de un vuelo de entrenamiento que la pata delantera del tren de aterrizaje se negaba a bajar.
Tras intentar bajarla con un par de tomas y despegues, y vista su falta de colaboración, la tripulación recibió la orden de aterrizar en la pista que hay en el lago seco Rogers en la Base Aérea Edwards.
La idea es que su superficie de arcilla causaría menos daños en el avión cuando este posara el morro sobre ella.
Y la idea funcionó, pues aunque se ve como el fuselaje flexa un poco cuando toca el suelo a pesar de que el piloto procura bajarlo muy despacio este avión siguió en servicio hasta, cuando en agosto de 2002 fue enviado al AMARG, esa especie de gran almacén de aviones donde quedan a la espera de volver a entrar en servicio, de que los usen como fuente de piezas de repuesto, o que los desguacen.
Foto: USAF
Nuestro amigo, el 85-0070, terminó siendo canibalizado para que otros B-1B siguieran volando:
El 85-0070 en el AMARC, vía Militaryphotos.net
(Vía The Aviationist).
- Aterrizaje de emergencia de un Boeing 767 de LOT en Varsovia, en este caso sin ninguna de las patas del tren de aterrizaje.