Por @Wicho — 4 de julio de 2014

Aterrizaje improvisado
Aterrizaje improvisado - Foto de Graciliano Lujan

El 6 de mayo de 1983 dos Sea Harrier FRS.1 despegaron del Illustrious para participar en un ejercicio, pero a uno de ellos le fallaron la radio y el sistema de navegación, con lo que su piloto, el subteniente Ian «Soapy» Watson se encontró de repente con que no tenía forma ni de volver al portaaviones ni de comunicarse con él.

Pero como sabía la posición aproximada en la que estaba volando, a algo más de 200 kilómetros al oeste de Oporto, y que había una ruta de navegación hacia la costa puso rumbo hacia ella y con el radar se puso a buscar un barco que pasara por allí con la intención de eyectarse cerca de él, y quiso la suerte que Watson localizara el Alraigo, un portacontenedores que iba de Bilbao a Santa Cruz de Tenerife.

La primera intención de Watson fue hacer una pasada al lado del Alraigo para que lo vieran y luego saltar, pero al darse cuenta de que lo que llevaba eran contenedores y que la parte superior de estos formaba una superficie similar a la de algunas plataformas en las que había entrenado Watson tomó la opción de intentar aterrizar.

Así que para sorpresa de los tripulantes del Alraigo, se las apañó para depositar su Harrier sobre estos contenedores cuando apenas le quedaban unos minutos de combustible, aunque dado que estos estaban húmedos el avión terminó por desplazarse hacia atrás y caer hasta apoyar la cola sobre una furgoneta que iba en la cubierta.

Pasado el susto inicial y comprobado que Watson estaba sano y salvo los tripulantes del Alraigo empezaron a prometérselas muy felices echando cuentas por la compensación que iban a recibir por el rescate, aunque fuera involuntario, del avión, al menos según la ley del mar.

Claro que el gobierno de su graciosa majestad británica no lo veía tan claro, y se resistía con uñas y dientes a pagar, algo que el gobierno español apoyó, tal y como se puede leer en Hace 30 años, un caza británico aterrizó de emergencia sobre un carguero español que se dirigía a Tenerife.

Finalmente, y tras varios días de negociaciones, con el Alraigo ya atracado en Tenerife, los tripulantes y el armador del Alraigo se vieron obligados a entregar el avión a la marina británica, aunque con el acuerdo de cobrar una compensación económica que fue bastante menor de lo que sin duda habrían deseado.

El Sea Harrier en cuestión volvió al servicio sin mayores problemas y hoy en día se puede ver en el museo de Newark; Watson se llevó una bronca a modo de chico expiatorio, aunque también volvió a volar hasta que en 1996 se retiró.

(Germán se acordó de esta historia tras leer lo del Harrier que aterrizó sobre un taburete).

Compartir en Flipboard Publicar / Tuitear Publicar