Por @Wicho — 9 de octubre de 2018

Un grupo de científicos de la Universidad de Dayton y del Colegio Comunitario Sinclair, convencidos de que con la proliferación explosiva de los drones ya es una cuestión de cuando no de si alguno va a chocar con un avión decidieron comprobar empíricamente los efectos de un choque así.

Para ello cogieron un DJI Phantom 2 y lo dispararon a casi 400 kilómetros por hora contra el borde de ataque de un ala de un avión no comercial. Y los resultados no fueron bonitos. El dron penetró sin problemas en el borde de ataque y se incrustó en el interior del ala, abollando el larguero principal y algunos de los larguerillos, arrancando algunas de las piezas que sujetas la piel del ala, y doblando también algunas de las conducciones interiores del ala.

Kevin Poormon, el responsable del experimento, quien lleva año estudiando impactos de aviones contra aves cree que el choque habría sido sobrevivible, pero que a algo más de velocidad –la energía del impacto crece con el cuadrado de la velocidad– la cosa puede complicarse.

Como comparación dispararon un bloque de gel que simula las característica de un ave contra otro borde de ataque igual y aunque lo reventó y en principio el impacto parece peor en realidad no lo es porque no penetra en el ala al «desmontarse» en el impacto.

Por eso el consejo de Poormon a los fabricantes de drones es que consideren diseñarlos de forma que ante un impacto como ese tengan puntos de ruptura para que el daño sea menor.

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