Por @Wicho — 29 de Junio de 2023


El avión durante su primer vuelo para la USAF – Boeing

El entrenador avanzado Boeing-Saab T-7A Red Hawk ha hecho ya su primer vuelo para la Fuerza Aérea de los Estados Unidos (USAF). Fue un vuelo de una hora y tres minutos a los mandos del Mayor de la USAF Bryce Turner, del 416º Escuadrón de Pruebas, y de Steve Schmidt, piloto jefe de pruebas del T-7 de Boeing.

El avión utilizado es el primero de los cinco aviones que tomarán parte en la fase de pruebas, cuyo principio marca precisemante este vuelo; hasta ahora Boeing había construido y utilizado dos prototipos para la fase de desarrollo. El primero de los aviones de la fase de pruebas había sido presentado hace ya quince meses.

Boeing vende este vuelo como un importante avance en el programa, y es cierto que lo es. Pero un informe de la Auditoría del Gobierno de los Estados Unidos (GAO) publicado el mes pasado no lo tiene tan claro. De hecho se titula Program Success Hinges on Better Managing Its Schedule and Providing Oversight (El éxito del programa depende de una mejor gestión de su calendario y de su supervisión).

Cuatro problemas fundamentales

Según el informe la USAF aún tiene que resolver problemas importantes con el sistema de escape, el software de vuelo, el simulador y el mantenimiento de la aeronave, que, según dice, son fundamentales para que el programa cumpla los requisitos de rendimiento:

  • El sistema de escape – el asiento eyectable y mecanismos asociados– aún no cumple los requisitos mínimos de asegurar de que hay menos de un 5 % de probabilidades de que produzca daños a la persona que lo use. En esas condiciones la USAF no puede aceptar los aviones. Y de hecho para el vuelo de pruebas ha tenido que dar un permiso especial.
  • La Fuerza Aérea considera que el software de vuelo no está listo y que probablemente aún necesitará cinco o seis revisiones más antes de que pueda considerarse que lo está. Pero el fabricante considera que ya está listo.
  • El simulador aún tiene problemas con el funcionamiento de los monitores en alta resolución en los que se proyectan las imágenes del entorno y con la conexión a los sistemas de vuelo de los aviones de pruebas para intercambiar datos y afinar el funcionamiento de ambos.
  • Y para acabar la USAF no tiene aún datos que había pedido acerca de las necesidades de mantenimiento del avión como para ir estudiando la forma de organizarse cuando empiece a recibirlo. Lo que tampoco termina de extrañarme ya que por lo visto la propia Boeing se ha visto en la necesidad de canibalizar uno de los prototipos para mantener el otro en vuelo. Esto ha hecho, además, que no hayan completado todas las horas de vuelo previstas, lo que también afecta al desarrollo del software de a bordo.

Fuera de plazo

Así las cosas, está claro desde hace tiempo que no se va a poder cumplir con el objetivo de que los primeros ejemplares de aviones de producción y simuladores sean entregados en 2023 para ser declarados operativos en 2024. Como pronto, opina la GAO, eso ocurrirá en 2027, con unos diez años de retraso sobre las previsiones iniciales de tener en servicio el sustituto del venerable T-38.

Aunque hay que tener en cuenta que de hecho la firma del contrato por el entonces conocido como T-X se produjo en 2018, ya fuera de plazo para esa fecha. Así que la responsabilidad de los más de diez años de retraso no recae sólo en Boeing.

En cualquier caso lo de 2027 está por ver; la GAO cree que las previsiones más recientes de Boeing son demasiado optimistas porque asumen que solucionarán rápidamente los problemas aún abiertos. De ahí que sugiera la necesidad de una supervisión más cercana de tiempos y riesgos del programa.

Esto no sólo supone costes añadidos tanto para el fabricante –que ya ha perdido como 1.000 millones de dólares hasta ahora en el programa– como para la USAF, que está teniendo que utilizar aviones de unidades de combate para el entrenamiento.


Un T-7A en producción en la factoría de San Luis – Boeing

Y habrá que ver qué pasa con la opción que ha tomado Boeing de solapar las fases de desarrollo, pruebas y producción del T-7A: ya está produciendo partes de los aviones –aún sin un contrato firmado– y espera empezar a ensamblarlos a principios de 2024. Pero esos aviones tendrán que ser modificados para adaptarlos al estándar que se adopte una vez terminada la fase de pruebas. Lo que supondrá tanto más retrasos como más dinero.

El nombre T-7A Red Hawk, por cierto, es un homenaje a los aviadores de Tuskegee, el primer grupo de pilotos afroamericanos de la USAF, quienes pintaban de rojo la cola de sus aviones, y al Curtiss P-40 Warhawk, el avión pilotado al principio por ellos.

Boeing y Saab tienen la esperanza de venderlo a alguna otra fuerza aérea, e incluso a la Armada de los Estados Unidos y a la Fuerza Aérea para otros programas de entrenamiento.

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