El 21 de septiembre de 1956 el piloto Tom Attridge disparó una ráfaga de cuatro segundos con los cañones de 20 milímetros del Grumman F-11 Tiger que estaba probando mientras picaba ligeramente.
Acto seguido Attridge aumentó el ángulo del picado con tan mala suerte que unos segundos después su avión se cruzaba con los proyectiles que acababa de disparar después de que éstos empezaran a perder velocidad. Tres alcanzaron el avión y uno de ellos termina alojado en el motor, que empieza a fallar y se para de todo antes de que Attridge pueda volver a base. Así que se ve obligado a hacer un aterrizaje de emergencia del que sale herido, aunque a los seis meses volvía a volar. El F-11, por su parte, entró en servicio sin mayores problemas, llegando incluso a ser adoptado por los Blue Angels, el equipo de acrobacia aérea de la marina de los Estados Unidos.
Este es, probablemente, el único caso de la historia en el que un avión se ha derribado a sí mismo. [Fuente: jpartej]