Por @Wicho — 29 de diciembre de 2020

Un Lippisch P.13a en Wunderwaffen – Nolane/Maza
  Un Lippisch P.13a en Wunderwaffen – Nolane/Maza

Estos días estoy empezando a leer la serie de cómics Wunderwaffen. En ella Richard D. Nolane y el dibujante bosnio Maza plantean una ucronía en la que el el desembarco aliado en Normandía en 1944 fracasa y la Segunda Guerra Mundial aún sigue librándose en Europa tras la derrota de Japón mediante el uso de la bomba atómica. Ya os contaré sobre la serie más adelante. Pero uno de los factores que me llevó a empezar con ella es que las wunderwaffen –armas milagrosas– que la protagonizan son básicamente aviones. Y uno de ellos es el muy peculiar Lippisch P.13a, un avión a reacción con ala delta propulsado por un estatorreactor que usaba carbón como combustible. Y no sólo lo del estratorreactor a carbón es peculiar: su pinta no lo es menos,

Aunque en realidad habría que decir que hubiera usado carbón como combustible porque el P.13a, igual que muchos otros proyectos más o menos desesperados alemanes de aquella época nunca llegó a volar. Pero sí lo hizo el Lippisch DM-1, un planeador diseñado para comprobar algunas de sus características en vuelo.

El P13.a carecía de tren de aterrizaje, así que usaba un carrito de tres ruedas para la carrera de despegue y aterrizaba sobre un patín ventral. Como el estratorreactor necesita una cierta velocidad del aire entrante para poder funcionar despegaba usando un motor cohete de combustible líquido situado en la parte posterior inferior de la deriva. Hacia su parte frontal iba encastrada la cabina del piloto.

Corte esquemático del Lippisch P13.a
Corte esquemático del Lippisch P13.a

Al alcanzar la velocidad adecuada un inyector de gas encendería las bolas de lignito, situadas en una cesta que giraba a unas 60 revoluciones por minuto. El aire, al calentarse gracias al lignito en combustión, tendería a expandirse, proporcionando el empuje para mantener el avión en vuelo. Como en un motor a reacción moderno el motor del P.13a usaba también aire frío mezclado con el escape caliente para mejorar su eficiencia. La teoría es que la cantidad de carbón que llevaría a bordo le iba a dar una autonomía de unos 45 minutos de vuelo y una impresionante velocidad máxima de 1.650 km/h.

El diseño original del P.13a y del P.13b no contemplaba el uso de armas sino que embestiría a los aviones enemigos usando el borde de ataque reforzado de sus alas para derribarlos. Aunque esto habría que haberlo visto en acción teniendo en cuenta que dada la escasez de todo tipo de materiales el avión habría estado construido fundamentalmente en madera. Por eso también lo del motor a carbón. En los cómics, en cualquier caso, los P13.a sí van armados.

Como decía antes el P.13a nunca llegó a entrar en servicio, así que nunca sabremos si habría dado las prestaciones previstas –aunque parece poco probable– pero desde luego es uno de esos diseños salidos de Alemania a finales de la Segunda Guerra Mundial que nos alucinan a quienes sufrimos de aerotrastorno.

Y sabemos por el trabajo posterior de Alexander Lippisch, su diseñador, que las ideas que quería implementar en el P.13a no eran del todo descabelladas. Pero mejor que la Segunda Guerra Mundial no haya durado un sólo segundo más de lo que lo hizo.

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