Por @Alvy — 7 de Enero de 2022

Alex Dainis explica en este vídeo del canal de química Reactions cómo funcionan los generadores químicos de oxígeno, que son los que producen el oxígeno necesario para respirar a través de las mascarillas de emergencia de los aviones, esas que salen del techo en caso de despresurización de la cabina.

La razón por la que se utilicen generadores químicos en vez de botellas de oxígeno es que las botellas pesarían demasiado, y tampoco es plan poner una botella gigante que alimente las mascarillas de todos los asientos. De modo que, como ya explicamos hace años, se utilizan estos generadores individuales del tamaño de un par de latas de refresco que se «disparan» al tirar del tubo de plástico –de ahí la importancia del «tire del tubo de la mascarilla»–, porque va conectado a una especie de pasador que activa una carga que genera calor, dando comienzo a la reacción química.

Dice la presentadora que al comenzar a respirar por la máscara huele un poco a quemado, algo que es normal debido precisamente a esa reacción química, pero que es algo chungo de entender/aceptar para quienes se ponen la mascarilla, teniendo en cuenta que el avión está presumiblemente sufriendo problemas graves… así que la ignorancia no resulta de mucha ayuda. En los vídeos suelen avisar, eso sí, de que es perfectamente normal que la bolsa de oxígeno no se infle, porque requiere algo de tiempo.

Estos generadores de oxígeno permiten respirar durante entre 12 y 22 minutos, tiempo suficiente para que los pilotos hayan bajado con el avión a una altitud segura (o incluso aterrizado), con lo que finaliza la emergencia. Estos pequeños artilugios se utilizan también en los submarinos y en la Estación Espacial Internacional, aunque en versiones más grande y de mayor duración, por su acaso hay emergencias que requieran más «autonomía».

En el vídeo se narra con todo lujo de detalles el accidente del Vuelo 592 de ValuJet en 1996, donde murieron las 110 personas que iban a bordo, incluyendo toda la tripulación. En este caso se encontró que el problema fue un incendio causado por 144 generadores de oxígeno –algunos caducados, otros a punto de caducar– que viajaban en la bodega de carga tras haber sido retirados de otros aviones y que se enviaban a mantenimiento. Iban mal almacenados y alguno debió activarse con el movimiento y se incendió. El incendio reventó una rueda y alcanzó más de 530°C. Triste e irónicamente, en vez de consumir el oxígeno de la bodega y apagarse solo, era un incendio que generaba oxígeno, algo totalmente atípico, por lo que se avivó, llegando a derretir los cables e incluso partes del avión. Cuando la piloto se percató dio aviso de «problemas eléctricos» e intentó gobernar el aparato, pero fue demasiado tarde. Desde aquel accidente ha pasado mucho tiempo; se aprendió de lo peligroso que puede llegar el transporte en malas condiciones de este tipo de artefactos, lo cual ha redundado en mayores controles y medidas de seguridad y la prohibición de transportarlos en la bodega como cargamento. Ahora sólo pueden ir convenientemente revisados, puestos al día y conectados sobre las zonas de la cabina de pasajeros y tripulación, no en bodega.

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