Por @Alvy — 27 de noviembre de 2018

En este vídeo de Nature y en el artículo al respecto (First flight of ion-drive aircraft se explica cómo unos científicos del MIT trabajan en una tecnología llamada motor iónico –reconocen que el nombre es muy trekkie– para hacer volar aeronaves sin partes móviles, a diferencia de los reactores o motores de hélice convencionales. Aunque los resultados todavía sólo se han podido probar a escala y en condiciones de laboratorio (más bien «de gimnasio», como se ve en las imágenes) dicen que es una de las tecnologías más prometedoras para el futuro.

La idea es que en las alas de un biplano construido con materiales sumamente ligeras se instalan unos finísimos hilos conductores en la parte delantera y otros en la parte trasera. Haciendo pasar a través de ellos alto voltaje (del orden de +20.000 y -20.000 voltios, respectivamente) el aire se ioniza y los iones tienden a ir de la parte delantera (+) a la trasera (-). Esto arrastra hacia atrás las moléculas de aire del ala, proporcionando empuje. Si todo está bien calculado, el avioncito vuela y en todo ello no hay partes móviles. La idea no es precisamente nueva: proviene de 1920 más o menos, pero hasta ahora no había materiales ni electrónica apropiada para probarla.

Esto que llaman propulsión de estado sólido tendría muchas ventajas de poderse hacer funcionar a mayor escala. Entre otras que no haya partes móviles supone mucho menos mantenimiento (y peso). Además los aviones serían mucho más silenciosos y no contaminarían nada de nada, serían como planeadores autopropulsados. Aunque como explican hay ciertos límites debido a la altitud y la densidad del aire creen que podría ser útil como sistema de propulsión para pequeños drones y quién sabe si también para aeronaves mayores capaces de transportar personas.

Toda la historia de este avance tecnológico es preciosa, casi tanto como la Galería del Aire del Museo de la Ciencia de Londres en la que están rodadas muchas de las imágenes del vídeo. También hay escenas del gimnasio que tuvieron que alquilar para hacer las pruebas, en las que llegaron a alcanzar con un pequeño avión 60 metros recorridos en 10 segundos tras el despegue. Y también quedan registros de algunos de los fracasos: «fallos estructurales» (avión fostiado), fallos eléctricos («avión frito») y otras curiosidades. Muy en el espíritu de los hermanos Wright, aunque como dicen «sin tener que arriesgar vidas humanas en el empeño.»

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