He aquí algunas tomas bastante llamativas de la dura vida de los muñecos dummies de pruebas en su día a día en los laboratorios del Centro de Investigación Langley de la NASA. Principalmente se utilizan para comprobar las medidas de resistencia y seguridad de aviones y vehículos espaciales. Lo cual incluye impactos contra paredes, suelo y agua.
Tal y como explican los ingenieros –incluyendo un desmontaje de cabeza que da un poco de yuyu– estos simpáticos y sufridos ayudantes mecánicos van repletos de sensores en diversas partes del cuerpo para calcular la potencia de los impactos y los posibles daños que causarían las diversas fuerzas a las personas.
Como extra entrañable a algunos les ponen la clásica camiseta azul-NASA.
Dicen que normalmente todos los daños se producen entre 1 y 4 décimas de segundo tras el instante del impacto. Por esta razón los instrumentos tienen que ser muy rápidos grabando los datos con una alta frecuencia de muestro, para acumular todos los posibles en ese tiempo.
Que todo sea tan rápido también es la razón por la que los diversos sistemas de seguridad como los airbags de los coches tengan que actuar en unas pocas milésimas de segundo (alrededor de 30 ms). Más tarde todo el daño ya se ha producido. En algunas zonas del cuerpo de los maniquís se colocan más sensores de lo normal (por ejemplo el cuello) para analizar diferentes tipos de daños: estiramiento, compresión, etcétera.
Entre las pruebas que realizan en Langley están colisiones de cabinas de avión, helicópteros e incluso las pruebas de la cápsula Orión de la NASA cuando desciende sobre el agua. Esto permite saber qué velocidades y ángulos son más y menos seguros para los astronautas y si con sus trajes y cascos tendrán suficientes o les vendría bien otra capa de refuerzo.
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