El 3 de enero de 2018 un vuelo con 48 pasajeros a bordo entre periodistas y empleados de Delta llevó el Boeing 747-400 con matrícula N674US a su destino final en el depósito de Pinal Airpark. Allí se unía a varios 747 más de la aerolínea que servirán como fuente de piezas y recambios varios hasta que, desprovistos ya de toda utilidad, lo que quede de ellos sea desguazado. Eso sí, hubo una boda entre un piloto y una tripulante de cabina que se conocieron, precisamente, a bordo de un 747.
Y aunque quedan casi 500 ejemplares en servicio en todo el mundo de los 1.539 que Boeing llegó a entregar el N674US era el último Boeing 747 de pasajeros en servicio con una aerolínea estadounidense, lo que es significativo. No sólo porque los Estados Unidos es el país natal de este avión sino porque marca el fin de una carrera que empezó el 22 de enero de 1970 cuando el 747-121 con matrícula N736PA, bautizado como Clipper Victor, hacía por primera vez la línea Nueva York - Londres de Pan Am.
El último vuelo comercial con pasajeros de un 747 para una aerolínea estadounidense fue precisamente un vuelo charter del N674US en el que el equipo de fútbol americano de la Universidad de Clemson voló a Carolina del Sur desde Nueva Orleáns tras jugar la Sugar Bowl de 2018.
Un mercado en el que las aerolíneas apuestan por aviones de dos motores como los Airbus A330 y A350 o los Boeing 777 y 787, más económicos de operar e igualmente capaces de hacer rutas largas, ha sido lo que ha ido marcando el fin del 747.