Resulta tan apasionante como instructivo leerse The frequent fliers who flew too much, un artículo de Ken Bensinger en Los Angeles Times acerca de aerotrastornados millonarios que compraron «tarifas planas» o «billetes de por vida» a American Airlines.
La idea era que algunas personas adquirieran esos pases super-VIP especiales a precios astronómicos (empezaron por unos 250.000 dólares, mas otros 150.000 dólares por acompañante) y pudieran volar en cualquier avión de American Airlines a donde quisieran, todas las veces que quisieran, en primera clase y sin limitaciones. Era una forma fácil y rápida para la compañía de hacerse con ingresos millonarios rápidos a cambio de ocupar asientos que en muchos casos quedaban vacíos o se malvendían.
Aunque el precio era desorbitado y prácticamente igual que el de una vivienda hubo gente que los compró: más de 60 personas. Algunos, pensando en que eran buen negocio -si viajas muchísimo y en primera clase a la larga podría llegar a compensar. Otros, porque como buenos aerotrastornados que eran, consideraron que sería el summum de lo que podrían obtener en la vida - y no miro a nadie, Wicho.
Pasaron los años y en la compañía se dieron cuenta de que sucedían cosas raras con algunos de estos viajeros. Los propietarios de los pases tenían en ocasiones comportamientos extraños: se iban de Los Ángeles a Tokio simplemente a comer y volvían por la noche; volaban a París para ver un nuevo museo y vuelta para casa, a veces haciendo vuelos transatlánticos durante 15 días al mes; reservaban plazas «por si acaso» pero no llegaban a usarlas... Además acumulaban «millas», que a ciertos efectos es como acumular descuentos en otros productos, o dinero. Uno de ellos llegó a marcar 30 millones de millas en su tarjeta. Pero bueno, al fin y al cabo, eran clientes claramente especiales que habían pagado una fortuna por adelantado.
La cosa empeoró cuando empezaron a invitar a otra gente en sus pases de acompañantes o incluso a regalar o vender esas plazas a gente que se encontraban en el aeropuerto. Nadie había previsto esto y no era algo específicamente prohibido en el contrato. Pusieron a detectives a investigar: en ocasiones la cosa acabó en juicios (¡tsk, tsk!) Para evitar más problemas subieron los precios: se vendió algún pase a 1 millón de dólares, y el último año que existieron a 3 millones de dólares, pero de esos ya no se vendió ninguno.
Algunos de estos «viajeros frecuentes demasiado frecuentes» disfrutaron de lo lindo, pero a la larga también perdieron: American Airlines (en realidad su matriz) se declaró en bancarrota y con ello desaparecieron los pases super-VIP, las sentencias y las indemnizaciones pendientes. Es parte del riesgo cuando alguien compra algo «de por vida» - que quizá se acabe la vida de lo que te están vendiendo. Tal vez esta historia sirva de aviso a otras compañías que se estén planteando ideas similares, y a clientes acostumbrados a comprar cosas a muy largo plazo.
{Foto: Un Boeing 767-323ER de American Airlines (CC) Wicho @ Flickr}