Por @Alvy — 10 de mayo de 2012

Aapass

Resulta tan apasionante como instructivo leerse The frequent fliers who flew too much, un artículo de Ken Bensinger en Los Angeles Times acerca de aerotrastornados millonarios que compraron «tarifas planas» o «billetes de por vida» a American Airlines.

La idea era que algunas personas adquirieran esos pases super-VIP especiales a precios astronómicos (empezaron por unos 250.000 dólares, mas otros 150.000 dólares por acompañante) y pudieran volar en cualquier avión de American Airlines a donde quisieran, todas las veces que quisieran, en primera clase y sin limitaciones. Era una forma fácil y rápida para la compañía de hacerse con ingresos millonarios rápidos a cambio de ocupar asientos que en muchos casos quedaban vacíos o se malvendían.

Aunque el precio era desorbitado y prácticamente igual que el de una vivienda hubo gente que los compró: más de 60 personas. Algunos, pensando en que eran buen negocio -si viajas muchísimo y en primera clase a la larga podría llegar a compensar. Otros, porque como buenos aerotrastornados que eran, consideraron que sería el summum de lo que podrían obtener en la vida - y no miro a nadie, Wicho.

Pasaron los años y en la compañía se dieron cuenta de que sucedían cosas raras con algunos de estos viajeros. Los propietarios de los pases tenían en ocasiones comportamientos extraños: se iban de Los Ángeles a Tokio simplemente a comer y volvían por la noche; volaban a París para ver un nuevo museo y vuelta para casa, a veces haciendo vuelos transatlánticos durante 15 días al mes; reservaban plazas «por si acaso» pero no llegaban a usarlas... Además acumulaban «millas», que a ciertos efectos es como acumular descuentos en otros productos, o dinero. Uno de ellos llegó a marcar 30 millones de millas en su tarjeta. Pero bueno, al fin y al cabo, eran clientes claramente especiales que habían pagado una fortuna por adelantado.

La cosa empeoró cuando empezaron a invitar a otra gente en sus pases de acompañantes o incluso a regalar o vender esas plazas a gente que se encontraban en el aeropuerto. Nadie había previsto esto y no era algo específicamente prohibido en el contrato. Pusieron a detectives a investigar: en ocasiones la cosa acabó en juicios (¡tsk, tsk!) Para evitar más problemas subieron los precios: se vendió algún pase a 1 millón de dólares, y el último año que existieron a 3 millones de dólares, pero de esos ya no se vendió ninguno.

Algunos de estos «viajeros frecuentes demasiado frecuentes» disfrutaron de lo lindo, pero a la larga también perdieron: American Airlines (en realidad su matriz) se declaró en bancarrota y con ello desaparecieron los pases super-VIP, las sentencias y las indemnizaciones pendientes. Es parte del riesgo cuando alguien compra algo «de por vida» - que quizá se acabe la vida de lo que te están vendiendo. Tal vez esta historia sirva de aviso a otras compañías que se estén planteando ideas similares, y a clientes acostumbrados a comprar cosas a muy largo plazo.

{Foto: Un Boeing 767-323ER de American Airlines (CC) Wicho @ Flickr}

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