Por Avión Revue — 16 de febrero de 2009

Alimentos

Por José Mª Pérez Sastre, médico aeronáutico. Una alimentación es saludable por lo equilibrada que sea en cuanto a los diferentes principios inmediatos y por la ingesta de unas cantidades adecuadas a la edad, el peso y las actividades de las personas: calidad y cantidad serán los objetivos.

Las desviaciones, tanto por exceso (sobrealimentación) como por defecto (insuficiente alimentación) pueden tener repercusiones desfavorables sobre el vuelo. Y a su vez, la actividad de vuelo normalmente interrumpe o modifica los hábitos fundamentales del piloto (sueño, comida y bebida) y deberá planificar la alimentación para adecuarse a las demandas del trabajo aéreo.

¿Qué «cantidad» de calorías se deben ingerir diariamente?

La cantidad de energía que aportan los nutrientes es medible. La unidad básica es la caloría (unidad de medida de cantidad de calor necesaria para pasar 1 gramo de agua de 14,5º a 15,5º). En realidad cuando hablamos de «calorías» en el lenguaje coloquial, nos referimos a «Calorías» (en mayúsculas) o kilocalorías (unidad mil veces mayor).

Las necesidades energéticas dependerán del gasto en condiciones basales más el gasto energético. El gasto o metabolismo basal se refiere al mínimo consumo necesario para mantener la vida. Para un adulto joven viene a ser de unas 1.500 Kcal/día. El gasto energético viene determinado fundamentalmente por el ejercicio físico. Se puede considerar que los tripulantes de vuelo en general realizan una actividad física moderada (175 Kcal/hora) y por tanto los requerimientos diarios variarán entre 2.200-3.000 Kcal/día según el sexo, el peso y el tipo de vuelo. Una fórmula sencilla para calcular sus necesidades es multiplicar el peso por 35 y obtendrá un valor aproximado.

¿Cómo se valora la «calidad» de lo que come?

Ya conocidas las necesidades en cantidad, los tripulantes deben saber que esa energía la obtendrán de los principios inmediatos de los alimentos: hidratos de carbono o glúcidos, lípidos o grasas y proteínas, además la dieta incluirá vitaminas y sales minerales. El porcentaje de los mismos viene a ser: 60% hidratos carbono, 25% grasas, 15% proteínas. Una nutrición adecuada dará preferencia a los hidratos de carbono de absorción lenta frente a los azúcares sencillos, a las grasas vegetales frente a las animales y a las proteínas de alto valor energético.

En términos globales, el piloto español lo tiene fácil, sólo ha de seguir la tradición y basarse en la dieta mediterránea que incluye alimentos de los siete grupos principales: leche y derivados; carnes, pescados y huevos; legumbres y frutos secos; verduras y hortalizas; frutas; cereales y azúcar y aceites.

Peculiaridades de la dieta y el vuelo

Es evidente que la actividad de vuelo influirá en la alimentación que debe tener el piloto. No es lo mismo volar un avión comercial que un cazabombardero o un avión acrobático. Sabemos que la práctica de no comer o hacerlo irregularmente durante largos periodos contribuye a la fatiga, al error humano y por tanto puede llegar a ser un factor que afecte a la seguridad aérea. La insuficiente alimentación antes del vuelo puede conducir a situaciones leves de hipoglucemia (disminución del azúcar en sangre) que puedan provocar trastornos que comprometan las actividades del tripulante.

Se puede recomendar de forma genérica a todos los pilotos: La alimentación rica en hidratos de carbono, que proporciona la glucosa necesaria para el funcionamiento adecuado del sistema nervioso central, no volar en ayunas, ingerir alimentos de fácil digestión y evitar los formadores de gas, y evitar el vuelo después de comidas copiosas.

La toma de agua debe ser «generosa» especialmente si se suda mucho (en este caso, no olvidar añadir sal), y no se debe abusar de bebidas estimulantes (café y té). El alcohol no es un alimento y no se debe mezclar con el vuelo.

La sobrealimentación se debe evitar antes y durante el vuelo especialmente para prevenir la somnolencia y la formación de gases. A largo plazo, debe evitarse ya que la obesidad es factor de riesgo de múltiples enfermedades,

Alimentación prevuelo

Es recomendable que todo tripulante consuma una comida balanceada entre 1 y 2 horas antes del despegue. De acuerdo al horario: si el vuelo es por la mañana podrá ser un desayuno y si es por la tarde o noche una comida a base de hidratos de carbono. Se deben evitar alimentos que provoquen flatulencia, así como los alimentos con mucha grasa que se digieren con mayor dificultad. Se debe consumir agua suficiente para estar bien hidratado.

Alimentación durante el vuelo

La comida en vuelo habitualmente se ve comprometida por la limitación de espacio, el equipamiento general y las exigencias del vuelo. Como norma general todo avión que opere vuelos de largo recorrido debe proveer el equipamiento necesario para poder ofrecer alimentos calientes a la tripulación cada 6 horas. Así mismo se recomienda una provisión de líquido de 1,5 litros de agua por persona y 16 horas de vuelo. La aceptabilidad de los alimentos es diferente respecto a tierra y un problema adicional suele ser la monotonía de la dieta en los repetidos vuelos. Los líquidos son muy importantes y debe poder disponerse de ellos a cualquier hora. Los más aceptados son el agua fresca, café, té y zumos de frutas.

Alimentación post-vuelo

La comida del personal que retorna de un vuelo tiene como función principal equilibrar las deficiencias nutricionales que pudieran haberse producido en los vuelos prolongados o especialmente intensos. La buena nutrición es responsabilidad del propio tripulante, debe entender y reconocer el valor de una buena alimentación como factor de bienestar general y de desarrollo de la propia salud a medio y largo plazo.

Efectos del vuelo sobre la alimentación
  1. Disminución movilidad del tubo digestivo; vaciado lento del estómago.
  2. Disminución de la secreción gástrica.
  3. Expansión de los gases intestinales.
  4. Tiempo limitado para comer (enormes prisas).
  5. Horario de comidas irregular por programación de los vuelos comerciales.
  6. Cambios cualitativos por imperativo de catering.

Este artículo se publicó originalmente en el número 319 de Avión Revue (Enero de 2009).

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