El aerotrastornado Sam Chui sigue dándonos envidia con sus vídeos, en este caso con Inside Europe’s Busiest Air Traffic Control, una visita a la torre de control del aeropuerto de Schiphol en Ámsterdam.
Con seis pistas –aunque normalmente sólo pueden usar tres al tener que aplicar procedimientos de reducción de ruido– es el aeropuerto con más tráfico de aviones de Europa y el tercero en cuanto a número de pasajeros. Aunque el 80% de esos pasajeros nunca salen del aeropuerto sino que pasan por allí para coger un vuelo en conexión. Son entre 1.500 y 1.600 vuelos al día con picos de entre 110 y 120 aviones por hora.
En el momento de la visita de Sam había cinco controladores en servicio en el nivel superior de la torre, que es donde grabó, aunque hay puestos para hasta quince. El primero se encargaba de autorizar los aterrizajes y los despegues en las pistas 18C y 18L; el siguiente se encargaba de gestionar el tráfico de aviones que iban remolcados; el tercero se encargaba del tráfico en el suelo en la mitad norte del aeropuerto, gestionando las autorizaciones de retroceso y puesta en marcha y controlando la rodadura de los aviones hasta la pista; la siguiente se encargaba de gestionar los turnos de salida, asegurándose de que antes de que cada vuelo pida autorización para retroceso tiene permiso para despegar y de tal forma mantener un flujo continuo y manejable de aviones hacia las pistas, lo que se traduce en unas 80 autorizaciones por hora; la última es la controladora encargada del tráfico en tierra en la mitad sur del aeropuerto.
Y todo esto aderezado por cambios de configuración más o menos frecuentes según la dirección del viento, lo que obliga a cambiar las pistas en las que se aterriza y en las que se despega. En la medida de lo posible intentan evitar que ningún avión tenga que cruzar una pista activa. Con todo esto consiguen un aterrizaje cada 80 o 90 segundos y un despegue cada 50 o 60.
Sam, como buen planespotter que es, no puede evitar comentar en medio de todo esto que la 18R, la Polderbaan, mola para mucho para spotters –doy fe– aunque Yost dice que a los pilotos no les gusta nada usarla porque son 15 minutos rodando para llegar a ella o desde ella.
Luego Sam baja a la sala de aproximaciones –que a pesar de su nombre controla tanto los aviones que están llegando como los que se están yendo del aeropuerto– donde le muestran las pantallas con las que los controladores hacen su trabajo.
Pantalla de una de las consolas de aproximación - Sam Chui
En ellas los aviones que llevan etiquetas blancas son los que son responsabilidad del sector de aproximación de Schiphol, que gestiona aquellos que están por debajo de los 24.500 pies. Los cuadrados verdes son aviones que controla el centro de Eurocontrol en Maastricht; junto a ellos se puede ver su altitud en centenares de pies.
Si seleccionan cualquiera de los aviones bajo su responsabilidad aparecen datos extra en la parte inferior de la pantalla como por ejemplo la altitud que ha seleccionado el piloto, el rumbo y su velocidad vertical. Esto permite a los controladores ver que sus instrucciones están siendo seguidas correctamente.
Cuando un avión entra en la zona de aproximación lo hace por uno de los tres puntos predefinidos que hay para eso. A partir de ellos los controladores de aproximación los van colocando –separando dicen ellos– de tal forma que vayan convenientemente espaciados y a la velocidad adecuada para que los controladores de la torre que autorizan los aterrizajes los vayan poniendo en una o dos colas con destino a las pistas en uso.
Es como una especie de muñeca rusa en la que los vuelos van pasando de un nivel a otro, subiendo o bajando según estén marchándose o llegando pero siempre bajo los cuidados de un controlador, que se lo pasará a otro cuando el avión salga de su área de responsabilidad.
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