Por @Alvy — 27 de Junio de 2020

En este pequeño vídeo de Weird History Channel se hace un rápido repaso a lo bueno y lo malo de la llamada «edad dorada de la aviación», que aquí sitúan entre los años 1950 y 60. Una época donde los vuelos comerciales estaban llenos de glamour y lujo, de sonrisas y buen rollo, de sensación de vivir en el futuro… Pero donde había unos pequeños lados oscuros que sólo recuerdan quienes volaron en aquella época, que además eran una selecta minoría porque volar era algo que por su precio no estaba al alcance de todos.

Es tan interesante tanto por el contexto como por los detalles, así que merece la pena recordar cómo eran aquellos tiempos.

Por el lado bueno:

  • El espacio entre asientos era gigantesco, todo era cómodo como hoy en día puede ser la primera clase; de hecho al principio ni siquiera había «clases».
  • Cuando entonces surgió la primera clase aquello eran como camarotes de lujo: había incluso literas y mesas «normales» para comer; también chefs que servían la comida con platos y cubiertos «de verdad».
  • La comida y la bebida eran abundantes; las bebidas alcohólicas gratuitas.
  • No había límites de equipaje; se podían llevar cuantas maletas quisieras.
  • No había tantos controles de seguridad: podías llegar 20 minutos antes y entrar sin pasaporte/carnet.

Y por el lado malo:

  • Los precios eran unas cinco veces más altos que ahora; volar era un lujo sólo para los más pudientes o las empresas que no reparaban en gastos.
  • Se podía fumar durante los vuelos, algo que hacía que al cabo de unas horas el avión apestara a tabaco.
  • Los viajes solían ser accidentados: los aviones eran en su mayoría de hélice, muchos sin presurizar y propensos a turbulencias y movimientos bruscos. Caminar por ellos era casi como superar una gimkana.
  • Era más común morir en un accidente de avión; había cinco veces más víctimas que ahora. Además era algo habitual que los aviones fueran secuestrados, a veces incluso dos vuelos el mismo día.
  • No había wifi, teléfono ni nada parecido. A los pasajeros les regalaban postales para ir rellenando y mandar por correo cuando llegaran a tierra.

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