Aplicando literalmente el principio de que «la forma sigue a la función» allá por 1922 el escultor Josef Hartwig creó un par de preciosos juegos de ajedrez en los que además de un tablero normal y corriente los trebejos no tienen el aspecto habitual, sino que indican cómo son sus movimientos en el tablero.
Es una especie de ajedrez autoexplicativo, si se quiere, donde la forma de cada pieza define «cómo funciona». Eso sí: es cierto que hay que echar un poquito de imaginación y los caballos parecen quedarse un tanto cortos.
El este antiguo vídeo de Open Culture, el sitio donde lo vi (¡gracias Juan Diego por la pista!) muestra algunos detalles extra de una versión anterior. Por ejemplo la dama tiene dos cubos superpuestos, para indicar que se mueve tanto en horizontal y vertical como en las diagonales. A mi gusto en esa versión el movimiento del caballo estaba mejor conseguido. La imagen que ilustra este artículo se corresponde con la segunda versión (1923), que de hecho fue fabricada y comercializada.
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