Por @Alvy — 29 de noviembre de 2018

Stephen Cognetta llevo a cabo hace tiempo un curioso experimento personal relativo a la repetición (o reiteración, o incluso recursividad podríamos decir) de fotografías de fotografías. Su idea era tan intrigante como los resultados de un estudio de la Universidad de Northwestern de 2012, que venían a decir que:

Los recuerdos de nuestra memoria son un poco como el «juego del teléfono escacharrado». Cada vez que recordamos algo alteramos la forma en la que lo recordamos. De modo que la siguiente vez que tratamos de recordar eso mismo, recordamos el recuerdo, no el hecho original. Y está un poco modificado, un poco escacharrado.

Lo intrigante del asunto es saber qué sucede cuando se recuerda de forma repetitiva algo una y otra y otra y otra vez, algo que podría explicar algunas de las consecuencias del trastorno por estrés postraumático y similares. ¿Pierden los recuerdos «calidad» debido a esto? ¿Puede acabar siendo completamente falso un recuerdo debido a que nos obsesionemos con él? Según parece no está del todo claro.

Cognetta probó a hacer su propia versión personal en digital del efecto «copia de la copia» o «fotocopia de la fotocopia», algo muy diferente y difícilmente comparable pero que permite hacerse una idea. Sacó el móvil, se hizo un autorretrato, la visualizó en la pantalla del ordenador, tomó otra foto de esa foto, luego otra foto de la foto de la foto y así sucesivamente.

Portrait / Stephen Cognetta

Examinando lo que sucedía al montar como película una secuencia de decenas de fotografías de fotografías se percató de los cambios se producían según diversos factores, que es lo interesante.

Cambiaban detalles e intervenían factores como el color, el error humano (malos encuadres), el ajuste automático de brillo, el ruido en forma de pixelado, los reflejos de la luz y otros factores aleatorios. Detalles todos ellos difíciles de prever e incluso cuantificar. Y por supuesto también irreversibles debido a la pérdida de información.

El resultado es una extraña y bella transformación de un rostro en unas manchas difusas de color, que rápidamente pierden la forma y dejan de identificarse como tal.

Es imposible no pensar en si con los recuerdos de nuestro cerebro sucede algo parecido y esa deformación paulatina que parece inexorable acaba convirtiendo todo lo que sabemos y hemos experimentado en nuestras vidas en una especie de «amasijo de formas y colores indescifrables». Lejos de ser un experimento científico es desde luego una pequeña «prueba personal», incluso con toque artístico se podía decir, para meditar al respecto.

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Si quieres recordar algo, dibújalo en la British Psychological Society es un artículo que explica los beneficios que una serie de estudios detectó en el hecho de dibujar palabras y conceptos frente a simplemente tratar de recordarlos. El trabajo completo está aquí: The drawing effect: Evidence for reliable and robust memory benefits in free recall (Wammes, Meade y Fernandes, 2016).

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