El mundo necesita una dieta tecnológica, y así es cómo los diseñadores pueden ayudar
Esta especie de manifiesto de la gente de UX Collective, elegantemente presentado como una Dieta tecnológica, trata de combinar el diseño con la ética para hacer que la experiencia de los usuarios combine un aspecto.
Esto principalmente incluye repensar por un momento todas las técnicas de manipulación a las que se ha llegado mediatante la experimentación azotados por conceptos un tanto pueriles como los «clics», las visitas, los me gusta,, el engagement, el «tiempo medio de visita», la duración de la sesión, las páginas, el ratio de rebote y tantos otros más «refinados». Se ha supuesto que cuantos más altos esos números, mejor. Y en realidad no es necesariamente mejor para todas las partes implicadas.
De ahí que de un tiempo a esta parte hayan surgido aberraciones como los «modos oscuros» (que hacen pasar a la gente más tiempo en las páginas y apps), la «aparente escasez» en los sitios de reservas de hoteles, vuelos o tiendas, los botones automáticos de «Siguiente capítulo/vídeo en 10, 9, 8…», etcétera.
En las últimas décadas hemos ayudado a construir una cultura corporativa que prioriza sistemáticamente los beneficios cortoplacistas frente a los buenos productos a largo plazo.
Los negocios con beneficios a corto plazo permiten cerrar trimestres y cuentas anuales y satisfacer a los inversores, lo cual mete más presión para que se creen nuevas «técnicas de diseño» para «mejorar» la experiencia, con nombres tan creativos como gamificación, hackeo del crecimiento, bucles de engagement y cosas así, pero se ignoraran los efectos perniciosos de dichas técnicas. (Cuando todo estalla los directivos e inversores ya suelen haberse ido de los proyectos, por cierto).
El manifiesto incluye algunos ejemplos gráficos de cómo mediante técnicas como las notificaciones, las «llamadas a la acción» o los scrolls infinitos se dejan de lado conceptos importantes como la reflexión, la toma serena de decisiones o la desconexión, para pasar a vivir en un sindiós que no se acaba nunca vayas donde vayas. Algunas empresas, servicios y apps han empezado a eliminar algunas de estas técnicas, a incluir mensajes del tipo «Ya has leído todo», información sobre a qué dedicas el tiempo mientras usas el móvil, modos de «desconexión» y cosas así, pero todavía muy tímidamente.
No es desintoxicación, es reeducación.
Finalmente el manifiesto enumera algunas cosas que pueden hacer los diseñadores, como establecer unos principios de diseño sólidos, un diseño respetuoso, investigar mejor las herramientas y las métricas, adelantarse a los posibles malos usos de las técnicas, convencer con argumentos a equipos que piden imposibles, tener mejores hábitos de trabajo, entender lo que realmente necesita la gente y a no quedarse sólo en los resultados de los grupos de muestra para tomar decisiones.
El manifiesto es sumamente interesante y está bien planteado, sobre todo para delimitar los problemas. Resulta ameno de leer, pero como suele suceder con estas cosas «pasar a la acción» no parece tan sencillo. Así que ánimo: más vale pensar en el largo plazo que en el corto, como ya aprendimos de la cigarra y el cerdito trabajador. De todo el manifiesto me hizo gracia una de las frases, que venía a ser algo así como –estoy parafraseándola– «Si alguien cree que el éxito de su negocio depende de que la app tenga un “modo oscuro’, puede irse dando por jodido.»