Un día, hace algo más de un un año, un hombre entró en la tienda de material para grafiteros que Ibo Omari tiene en Berlín para comprar unos botes de pintura para tapar una enorme bandera nazi que había visto en el parque en el que había llevado a su hijo a jugar.
Ibo le dijo que no le iba a vender nada, que ya se encargaba él. Y en efecto en unos minutos él y un amigo habían convertido esa bandera en una especie de caricatura de un mosquito. Poco tiempo después otro amigo le dijo a Omari que había visto otra esvástica en otro parque, y le aplicaron el mismo tratamiento.
Ese fue el germen del movimiento #paintback.
Desde entonces Omari y otros once miembros de su colectivo de grafiteros han transformado decenas esvásticas en conejos, búhos e incluso cubos de Rubik, y el movimiento se ha extendido desde Berlín a otras ciudades de Alemania.
Para no ser ellos los únicos que se encargan de eliminar los símbolos nazi Omari y sus colegas dan talleres en los que explican a gente con poca o ninguna experiencia como hacer las transformaciones necesarias.
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Quizás con menos talento artístico pero no con menos determinación Irmela Schramm lleva 30 años haciendo lo mismo con pintura roja en spray, quitaesmaltes y una cuchilla para raspar lo que sea menester.
(No recuerdo por dónde vi pasar lo del movimiento Paintback, pero encontré una buena explicación en The Verge).