Aproveché hace poco para hacerme una escapadita de fin de semana para visitar la exposición Los universos infinitos de M.C. Escher, que está abierta hasta el 8 de enero de 2012. El entorno es ciertamente ideal, puesto que el popular artista holandés visitó un par de veces España, y en concreto Córdoba, Granada y La Alhambra, donde se inspiró en algunas de las ideas matemáticas presentes en el arte y la arquitectura del edificio. Este año se cumplía el 75º aniversario de esas visitas.
La exposición está dividida en dos enclaves: el Parque de las Ciencias con el grueso del material y la Capilla del Palacio de Carlos V en el propio conjunto monumental de la Alhambra. La entrada al Parque de las Ciencias –una maravilla, dicho se de paso, habitación de Ames incluida– cuesta 6 euros para todo el recinto, y en el caso de la Alhambra la visita es gratuita.
En total hay más de cien obras originales: xilografías, grabados y litografías, de entre la vasta colección del autor. Naturalmente están todos los clásicos pero también muchas de las obras de sus viajes por España y el mediterráneo, así como de apuntes tomados en La Alhambra. En general parece haberse dado más importancia a sus trabajos sobre la división regular del plano que a las de otro tipo – de hecho esa es la técnica de muchos de los diseños que pueden verse en la Alhambra.
En cuanto al montaje, dominan en el Parque de las Ciencias los pájaros y peces y una estupenda reproducción gigantesca de Metamorfosis II en el suelo, junto con algunas «cajas mágicas de espejos» que resultan bastante divertidas. Me parecieron especialmente destacados los dos audiovisuales que se han montado para la exposición, uno en cada centro, que permiten repasar su vida y obra y disfrutar de algunos de sus dibujos con música y animación.
Aun no siendo una exposición tan amplia como El arte de lo imposible –que pudimos ver hace cinco años– Los universos infinitos está realmente bien: se puede ver en un día completo, en un entorno magnífico y con los bonus habituales: vídeos, tienda, libros en varios idiomas, algún que otro montaje simpático para los niños, zonas de relax y demás. Tan solo hay que irse a Granada y dejarse arrastrar al universo en blanco y negro de Escher para salir con la cabeza totalmente despejada y una sonrisa en la cara.
Cuando volví de allí, hasta las escaleras del hotel me parecían salidas de una de sus obras. Efecto Escher, que lo llaman.
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