Por @Alvy — 8 de Enero de 2015

La aversión al riesgo es la forma en que economistas, matemáticos y psicólogos explican fenómeno muy común que en cierto modo desafía a la lógica. Más o menos dice así: cuando actuamos en términos económicos y de juegos las personas tendemos a evitar situaciones de riesgo aunque el beneficio que puedan suponer sea mayor que las pérdidas, incluso a largo plazo.

Derek de Veritasium lo explica con el ejemplo más simple: jugando a cara o cruz con una moneda. Mucha gente no aceptaría un «juego justo» en el que quien acierta le da 10 dólares al otro, simplemente porque les parece que es peor perder 10 dólares que ganar 10 dólares. Los psicólogos creen que de hecho es mayor el sufrimiento de la pérdida que la felicidad de la ganancia. El comportamiento puede parecer extraño, y se podrían incluir muchos factores sobre la utilidad económica de los premios (o razonar de poco te sirve tener dos pollos si ya tienes uno, pero es peor no tener ninguno). El caso es que así como «funcionamos» en el MundoReal™.

No obstante lo más interesante es cuando se ofrece a la gente más dinero a ganar manteniendo las probabilidades del 50/50. Casi nadie acepta pagar 10 dólares por perder aunque reciba 12 dólares por ganar (que ya es un margen del 20%); ni tampoco 15 o 20 dólares (que es un 100% o un «2 a 1»). La gente simplemente no quiere perder y ni siquiera prometerles que pueden jugar muchas veces para que el efecto sea más palpable sirve de nada.

Tan solo cuando la apuesta pasa a un valor entre 30 y 50 dólares por juego ganado (frente a 10 por juego perdido; un 300 o 500% de margen de beneficio) dicen que aceptaría el trato y jugarían a cara o cruz. Rizando el rizo, a pesar de esta singular aversión al riesgo tenemos también la paradoja dentro de la paradoja: casi todo el mundo parece aceptar fórmulas perdedoras seguras como las de las loterías u otros negocios de azar y apuestas (deportivas, casinos, etc), sin ir más lejos la Lotería de Navidad. Tal vez aquí nos pueda más la «aversión a quedar en ridículo» o «al riesgo de que no te toque entre tu familia, amigo o conocidos» que a otra cosa. A saber.

Aunque el montaje del vídeo obviamente busca las respuestas más ilustrativas y «resultonas» es un buen ejemplo de cómo razona la gente de la calle ante estas situaciones – sin saber de las matemáticas o la economía subyacentes. Si se reemplazan los diez dólares australianos que se pasan toda la mañana revoloteando durante las entrevistas por otras situaciones de la vida cotidiana esto podría explicar muchas cosas sobre nuestros extraños, paradójicos y humanos comportamientos.

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