Por @Alvy — 22 de agosto de 2017

Colorado Lotto

En la CNBC cuentan el curioso caso de un infiltrado que ha defraudado durante años a la Asociación de Loterías estadounidense, donde trabajaba como programador. Ahora se enfrenta a 25 años de prisión por haberse hecho ilegalmente con los premios de varios estados, además de haber formado una red de colaboradores con su hermano, un antiguo juez, un amigo y un hombre de negocios – que cobraban por él los premios.

El tipo simplemente manipuló el software de generación de números aleatorios añadiendo un par de subrrutinas que le permitían predecir los números ganadores – pero sólo ciertos días concretos, para despistar. Por qué se usa software con generadores de números aleatorios físicos menos manipulables, con las clásicas bolas, bombos y un notario delante es un poco incomprensible. Así como por qué no se auditó el software de los ordenadores convenientemente.

Quizá ayudó en el fraude el hecho de al protagonista de la historia le ascendieran a máximo responsable de seguridad de las loterías hace unos años por su buen trabajo (!?) Pero su «suerte» cambió –irónicamente– cuando descubrieron que había ganado un bote y se estaba construyendo una casa de 450 metros cuadrados con gimnasio y salón de cine. Pero es que además ganó varios premios más y organizó con su «banda de colegas» recoger más premios todavía. ¡Ay, el ansiaviva!

Ahora espera la sentencia que cumplirá en un lugar lúgubre y frío, nada que ver con su mansión. ¡Otra demostración de que el crimen no compensa, niños!

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Escándalo de la lotería de Pensilvania de 1980A raíz de esto y lo del uso de software en vez de un bombo también se recordó el escándalo de la lotería de Pensilvania de 1980, donde se usaba un bombo pero se descubrió que se habían manipulado las bolas.

En aquella ocasión en cada uno de los bombos de las tres cifras del número ganador se había añadido unos pocos gramos de látex a todas las bolas con una jeringuilla, excepto a la 4 y la 6, de modo que éstas tenían más posibilidades de ser elegidas por el mecanismo – dado que las otras tendían a quedarse abajo en comparación. Los pícaros iban por los despachos de lotería comprando números como el 464 466 646 664, etcétera (hay ocho combinaciones distintas) y cuando se anunciaban los resultados corrían a cobrar.

El número 666 llegó a dar un premio de 3 millones y medio de dólares, pero de poco les sirvió: mucha gente se había percatado ya de que números parecidos salían una y otra vez y una investigación sobre qué les pasaba a las bolas llevó a la policía hasta ellos – resultaron ser el presentador del sorteo y uno de los testigos. Siete años de cárcel le cayeron.

(Vía Schneier.)

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