Por @Alvy — 7 de octubre de 2006

Alejandro resumió en Discriminación alfabética el curioso error matemático en que (increíblemente) todavía se cae en muchas situaciones cuando se realizan sorteos que implican a un gran número de personas: el «sorteo alfabético». Normalmente se elige una letra (o dos) del bombo, y hay un número de ganadores a partir de esas letras, entre todos los participantes, ordenados alfabéticamente por apellidos. Son muchas las razones por las que ese tipo de sorteos no son equitativos para todos los que participan, matemáticamente hablando, y conviene saber por qué (incluso para impedirlos o posteriormente reclamar, si el tema es importante). Entre otras cosas los sorteos que producen ese efecto de «discriminación alfabética» se ha utilizado para asignar plazas en colegios, para los pases de la ópera, abonos de las corridas de toros, o incluso para asignar viviendos y llamar a gente a filas en el servicio militar.

Un escenario real de sorteo mal planteado sobre el que leí fue este: imagina un sorteo que tenga 10.000 personas para 100 plazas. Se ordenan todos por apellidos y se extraen dos letras de un bombo como suele ser habitual. Salen S y A. Resulta que si te llamas «Sánchez Zambrano» tienes por delante a todos los «Sánchez García», «Sánchez López», «Sánchez Pérez», etc. además de los «Saavedra» o «Salas». En otras palabras: si hay más de 100 personas que empiecen por las mismas letras que tu apellido antes que tú alfabéticamente, tu probabilidad de ganar se reduce a… cero. (Y este no es el único problema de la discriminación alfabética, sino una forma sencilla de ver que hay claros casos de desigualdad).

Actualización: Fernand0 escribió algo al respecto hace tiempo en Consecuencias del anumerismo de nuestros gestores.

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