Por @Alvy — 16 de octubre de 2014

Lotería China / Foto: ChinaNews.com
El agraciado oso amarillo, un disfraz habitual en estos casos en China
(Foto: ChinaNews.com)

El afortunado ganador del premio equivalente a unos 65 millones de euros en la lotería China de la provincia de Shanxi acudió a una rueda de prensa disfrazado de oso para que no se le viera el rostro. En China existe esta posibilidad – a diferencia de otras loterías como las estadounidenses donde por contrato el ganador debe acudir a posar a la rueda de prensa junto con un gran cheque con su nombre. Esta práctica impide a los ganadores de decenas o cientos de millones la posibilidad de permanecer «anónimos» y suele causarles todo tipo de problema con familiares y amigos (…) [Yahoo News].

Ganar una lotería es un suceso tan aleatorio como capaz de cambiar de rumbo una vida – para bien o para mal. En algún lugar leí hace unos meses que más o menos la mitad de la gente reorienta su vida para el bien mientras que la otra mitad acaba irremediablemente abocada al desastre total. Las principales causas: falta de asesoría financiera, planificación (meterse en gastos que no pueden permitirse) y los buitres que rondan a su alrededor (familia, amigos…)

En cierto modo, ganar demasiado dinero a la lotería puede conllevar un fracaso personal en toda regla – y todo el mundo se arriesga a ello casi sin saberlo. Además, no hay apenas diferencia práctica en cuando a la felicidad, bienestar y calidad de vida que puede proporcionar la diferencia de 10, 100 ó 200 millones; a veces resulta verdad aquello de que «más no siempre significa mejor».

Hay algunos detalles sobre cómo funciona todo esto en la reseña de Money for nothing, un libro regular tirando a malo que leí hace tiempo pero que al menos explicaba los intríngulis y mecanismos de todo esto. En cada país las normas son diferentes (en España hasta hace poco las loterías eran estaban «libres de impuestos») y los efectos pueden variar. El hecho de elegir cobrar todo «de una sola vez» o «en cómodas entregas anuales» es la primera trampa. Que a lo largo de las años el premio merme hasta el 50% de su supuesto valor, otra de ellas. Así que si resultas agraciado alguna vez, ¡felicidades… pero cuidadín!

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