Por @Alvy — 9 de marzo de 2018

Lotto hackers

En el Huffington Post americano han publicado un larguísimo artículo de Jason Fagone sobre cómo una pareja de jubilados reventaron una de las loterías estadounidenses utilizando puramente análisis estadísticos. Son diez mil palabras, casi un pequeño libro, y la historia merece la pena: The Lottery Hackers: Jerry and Marge go Large. Entre otras cosas te enseña cómo una lotería puede estar matemáticamente mal diseñada, y no ha sido el único caso.

Cuenta la historia de dos jubilados (Jerry y Marge Selbee) aficionados a los números. En el año 2000 se retiraron y montaron una pequeña tienda en un pueblecito de Michigan. Jerry oyó acerca de un nuevo tipo de lotería en ese estado llamada Winfall, similar a la lotería primitiva española (49 números, entre los que elegir 6, a 1 dólar por apuesta). Y al examinar las probabilidades, reglas y premios detectó una anomalía.

Al igual que en otras lotos, en la Winfall cuando nadie acertaba se acumulaba un bote que se ponía en juego semanas después, cuando la cantidad superaba los 2 millones de dólares. Pero la diferencia era que si nadie acertaba entonces el premio máximo (6 aciertos) el bote se iba repartiendo por las categorías de premios menores (5 aciertos, 4 aciertos…), a veces multiplicando su «valor promedio» hasta por diez. Haciendo números vio que cuando se ponían en juego los botes los premios menores realmente valían más que las propias apuestas, de modo que había una estrategia clara: comprar todos los tickets posibles y esperar a que nadie acertara los 6 números por puro azar, cosa que rara vez sucedía. Era como comprar por un dólar algo que valía más que un dólar.

Las primeras veces que probó su sistema lo hizo «sobre el papel», con apuestas imaginarias, comprobando que funcionaba. Luego perdió algo de «dinero real» debido a la variabilidad al jugar cantidades demasiado pequeñas (2.000 dólares) de modo que jugó mucho más (8.000 dólares) para anular ese efecto y acabar ganando 7.700 dólares limpios. El sistema parecía funcionar –aunque había que dedicarle tiempo– y pronto empezó a necesitar la ayuda de su mujer para realizar las apuestas (totalmente al azar) en las semanas clave, yendo a las tiendas, comprobando luego los resultados en casa y finalmente cobrando los premios. Acabo involucrando a amigos y conocidos.

Cuando la lotería Winfall se canceló porque los organizadores detectaron que «algo raro pasaba» –sin que fuera nada ilegal– surgió otra lotería con la misma mecánica en Massachusetts. Los Selbee ya habían montado una empresa para gestionar las apuestas, así que viajaban frecuentemente para poder seguir jugar aplicando el mismo sistema. Con más capital las cifras se situaron pronto en beneficios de cientos de miles de dólares. Al cabo de ocho años los Selbee y su grupo habían apostado unos 20 millones para ganar premios por valor de 27 millones de dólares. Nada menos que 7 millones de beneficio. Suficiente para retirarse – incluso «después de impuestos».

La reglas del juego eran conocidas y la información estaba al alcance de cualquiera; de hecho otros grupos comenzaron a imitarles. De aquella época son las noticias sobre los estudiantes del MIT que ganaron 8 millones a la lotería por el mismo sistema. El artículo cuenta que había cierta competencia por «rebañar» los premios cuando había botes; de hecho los diversos grupos incluso estudiaban cuándo hacer las grandes apuestas para hacer saltar la regla del «repartir el bote de los 2 millones», sin incurrir en nada ilegal – más allá de un par de tecnicismos menores. (Véase también A Calculated Approach to Winning the Lottery, publicado por el propio MIT.)

Con el tiempo las autoridades cancelaron ese formato de lotería con esas reglas tan peculiares y ahí terminó todo. En las loterías que se juegan en España (Lotería primitiva, Bonoloto, Euromillones) utilizar este método ya no sería posible por la forma en que se acumulan, reparten y guardan los botes – que es distinta de la que había originalmente y que ya nunca llegan a beneficiar a las categorías de premios menores (de hecho algunos premios pequeños son fijos); tan sólo a las principales que son las más difíciles de acertar al azar.

Irónicamente, aunque las loterías suelen perjudicar a las clases sociales más desfavorecidas hay quien sostiene que en el caso de los Selbee al ser todo perfectamente legal entraba más dinero del normal en el circuito jugadores-loterías-estado, especialmente dinero de inversores más pudientes y de clases sociales más altas – mientras que el porcentaje que recaudaba el estado para obras sociales seguía siendo el mismo. Así que todos ganaban: los jugadores y el estado. Pero sobre todo los Selbee y los estudiantes del MIT, que sabían cuándo había que jugar.

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