Interesante todo lo que cuenta Migui en Primeras evidencias de que los procesos cuánticos generan números verdaderamente aleatorios, una traducción libre de First Evidence That Quantum Processes Generate Truly Random Numbers de Cristian Calude (Universidad de Auckland de Nueva Zelanda) donde se describe un trabajo en el que se plantea un experimento con el que se ha comprobado la aleatoriedad intrínseca a ciertos fenómenos cuánticos.
La parte más curiosa del asunto es que si se comparan diversas formas de generar dígitos aletorios, tales como los generadores de números pseudo-aleatorios por software, los autómatas celulares como la Regla 30 de Wolfram, los dígitos de pi y el azar cuántico, se obtienen resultados… extraños. Para entenderlo un poco: los resultados analizando dos de los ejemplos clásicos como son los dígitos de π y los fenómenos cuánticos son en cierto modo diferentes:
El equipo de investigadores usó varias fuentes de datos: un sistema cuántico llamado Quantis, otro de unos investigadores en Viena que funciona bajo el mismo tipo de procesos cuánticos y diversas secuencias convencionales generadas por ordenador tales como Mathematica, Maple y los 232 primeros bits de π expresados en binario (…) Aplicaron cuatro tipos de tests de aleatoriedad en sus comparaciones, en otras tantas categorías: uno según la teoría de la información algorítimica, otro como recuento estadístico de frecuencias, otro basado en la teoría de la información de Shannon y otro en «paseos aleatorios». Los resultados muestran que las secuencias generadas por Quantis son fácilmente distinguibles de los otros conjuntos de datos. Es la prueba, según los autores, de que la aleatoriedad cuántica es realmente no computable.
Como dice el artículo, esto resulta en cierto modo al menos intrigante e incluso tiene cierto toque de algo que está a medio camino entre una paradoja/dilema/contradicción. Esto es porque Quantis, el sistema cuántico que usaron, es una máquina, que también manipula información de forma física siguiendo las leyes de la naturaleza, y en cierto modo no deja de ser más que un ordenador «un poco diferente».