Con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia reproducimos aquí el artículo que la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco ha publicado al respecto. El 11F es, sin duda, una iniciativa que merece todo nuestro apoyo.
Por Juan Ignacio Pérez Iglesias @Uhandrea
Aunque está muy extendida la idea de que las chicas no suelen escoger estudios de ciencias, lo cierto es que no hay grandes diferencias en los números de hombres y de mujeres que optan por las de ciencias. También son similares los porcentajes de quienes hacen un doctorado. Sin embargo, chicos y chicas no estudian las mismas carreras. Los casos extremos son los de ingeniería (con menor presencia femenina) y de ciencias de la salud (menor presencia masculina). En las carreras propiamente científicas hay muchos más chicos en física, y menos en biología y disciplinas afines.
Los factores que subyacen a estas diferencias son, seguramente, diversos, incluidas predisposiciones adquiridas en el entorno familiar y social. Con carácter general, las chicas tienen menor preferencia por la competición y menor exceso de confianza, rasgos a los que se atribuye origen social y que parecen inclinar a las chicas hacia actividades profesionales para cuyo desempeño no confieren ventajas. Ese factor, junto al efecto de ciertos estereotipos, puede estar en la base, por ejemplo, del cambio que se produjo en 2012 en los estudios de matemáticas. Antes, la actividad profesional a la que se vinculaban las matemáticas era, principalmente, la docencia, una actividad común entre las mujeres. A partir de entonces, sin embargo, aumentó la demanda de profesionales en matemáticas para puestos en actividades tecnológicas y empresariales, a las que se atribuye una mayor competitividad. El menor atractivo de esos estudios para las jóvenes sería consecuencia, así, de estereotipos de género y, además, los reforzaría.
Por otro lado, las expectativas del grado de brillantez considerado necesario para cursar con éxito unos y otros estudios de posgrado parecen estar en la base de las preferencias en función del género. Cuanto mayor es la brillantez que se supone necesaria (porque así se le atribuye) para cursar con éxito unos estudios, menor es el porcentaje de mujeres que los escogen. Y es probable que ese mismo fenómeno se produzca a la hora de elegir los estudios de grado.
La tendencia de las chicas a optar por carreras para las que no se considera necesario ser especialmente brillante parece tener su origen en la niñez, a partir de los seis años, aproximadamente. A esa edad empiezan a dudar que sean tan inteligentes como los niños. Comienzan entonces a evitar actividades consideradas propias de personas “verdaderamente inteligentes”. Parece ser que esos estereotipos se construyen en el entorno familiar y en su génesis incide la denominada “regla de modestia”, por la que se enseña a las niñas, desde pequeñitas, a no alardear de sus habilidades y, sin embargo, se anima a hacerlo a los niños. Se trataría, por lo tanto, de un efecto cultural y estaría en la base de las diferencias antes citadas en el exceso de confianza entre los géneros.
A los factores anteriores, cabe añadir el efecto de la «incongruencia de roles» (role incongruity) y «falta de ajuste» (lack of fit). Consiste en la identificación de los rasgos propios de las personas que son consideradas buenas científicas con las características estereotípicamente masculinas (agencia, competitividad...), mientras que a las mujeres se les atribuyen rasgos que se identifican menos con los de aquellas personas, como el carácter cooperativo (comunal), principalmente.
Como vemos, en la elección de estudios universitarios operan estereotipos ligados a la autopercepción y a la competencia que se atribuyen las chicas a sí mismas. Actúan en varias instancias en la vida académica y profesional, y contribuyen a socavar las posibilidades de desarrollo y progreso de las científicas. Se trata de barreras que dificultan el acceso de las mujeres a determinados estudios de ciencia y tecnología, por lo que, en la práctica, no gozan de las mismas oportunidades que los hombres.
El vídeo al que acompaña este texto, producido por la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU para celebrar el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, pretende dar a conocer la existencia de las barreras más sutiles, aunque no por ello menos efectivas, que limitan el acceso de las mujeres a ciertos estudios de ciencia y tecnología. Solo así estaremos en condiciones de actuar para que esas barreras dejen de existir.
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