Con un sencillo ejercicio presentado estupendamente como el acto de lanzar 78 monedas intentando obtener «cara» en todas Josh Worth explica unas cuantas cosas sobre la probabilidad de existencia de otras formas de vida extraterrestres en algún otro lugar del universo.
El argumento utilizado es el principio de mediocridad que viene a decir que en el universo «no existen observadores privilegiados para un fenómeno dado». De ser únicos los seres humanos del Sistema Solar seríamos tan «raros» y «especiales» como sacar todo caras al lanzar las 78 monedas: algo así como 1 entre 300.000 trillones (3 × 1023); tan improbable e inconcebible que en la práctica podríamos considerar nulo.
300.000 trillones es así a ojo más o menos el número de estrellas del universo observable; de modo que si no hubiera otras inteligencias seríamos únicos. Pero si tan sumamente improbable es que seamos únicos eso quiere decir que hay alguien más con inteligencia ahí fuera, aunque sea algo distinta. Es como cuando lanzas monedas: cada secuencia es única y altamente improbable en sí misma, pero todas tienen ciertos patrones que hacen que ciertos detalles (ej. el número de caras y cruces tiende a ser el mismo) no sean tan improbables.
Este argumento utiliza también la idea de que ciertos atributos de la vida son universales en cualquier lugar; por ejemplo la evolución darwiniana y la selección natural, la existencia de los órganos y de los sentidos – además de las funciones como la reproducción y probablemente la distinción entre la vida y la muerte.
Todo esto está relacionado con lo relativamente común que parece ser que existen sistemas solares como el nuestro, con planetas «estilo Tierra» con todas las papeletas de tener los ingredientes básicos para la vida, incluyendo agua. Y una vez que surge la vida sabe abrirse paso aún en las peores condiciones imaginables.
Hay quienes llevan los cálculos un poco más allá, teniendo en cuenta el tamaño y tiempo de existencia del Universo desde el Big Bang (unos 13.800 millones de años) y estiman que esta improbabilidad de que seamos los «únicos» es tan alta que lo contrario es necesariamente cierto: hay vida ahí fuera y además debe haber «vida inteligente». Probablemente estará tan lejos que nunca podamos visitarlos (o que nos visiten) e igualmente sería difícil comunicarse o siquiera recibir señales – pues la velocidad de la luz es otro límite universal que hace que todo resulte «lento» a esas distintas. Pero ahí quedan los datos y los cálculos.
(Vía R: Data is Beautiful.)