Canyval-X – NASA/Brittany Klein
Cuando pensamos en un telescopio normalmente nos viene a la cabeza la imagen de un tubo más o menos largo que contiene unas lentes, pero en realidad el tubo no es necesario.
Ya en el siglo XVII se construyeron telescopios aéreos que prescinden del tubo para poder tener un telescopio con una gran longitud focal. En estos el objetivo se encontraba instalado en una torre, vara, árbol, edificio u otra estructura sobre una junta de movimiento universal; el observador, situado junto al ocular, movía el objetivo mediante una cuerda o una vara para apuntarlo en la dirección adecuada.
Hoy en día es muy habitual ver telescopios reflectores, los que usan espejos en vez de lentes para enfocar la luz, que carecen de tubo, como por ejemplo el Gran Telescopio Canarias o el telescopio espacial James Webb, todavía en construcción. En ellos el espejo secundario está sujeto por una estructura que lo mantiene en posición:
En la Tierra esa estructura es imprescindible para mantener el espejo secundario en su sitio, pero en el espacio, en caída libre, esta estructura podría no ser necesaria, o al menos eso es lo que quieren probar la NASA y la Universidad de Yonsei con la misión Canyval-X, de CubeSat Astronomy by NASA and Yonsei using Virtual Telescope Alignment eXperiment o Experimento de Alineamiento de Telescopio Virtual por la NASA y Yonsei.
La idea es lanzar dos CubeSat, uno de 2 unidades, y otro de una, que mantengan su formación a 10 metros de distancia uno del otro usando sus sensores de a bordo y sus propulsores para ello, actuando como si fueran el espejo primario y el secundario de un telescopio.
Canyval-X, que será lanzado a mediados de 2016, no es más que una demostración tecnológica, pero si la cosa va como está previsto la idea es ir un paso más allá lanzando otros dos CubeSat que ya lleven a bordo algún tipo de instrumento científico para comprobar que efectivamente funciona.
Esta misma idea tiene planeado ponerla en uso la Agencia Espacial Europea con la misión Proba–3, cuyo lanzamiento está previsto para 2018, aunque en este caso es una misión real en la que dos satélites volarán en formación para funcionar como un coronógrafo.
Proba–3 en órbita – ESA - P. Carril
Un coronógrafo es un instrumento que se usa en telescopios que observan el Sol –u otras estrellas– para tapar el cuerpo de la estrella en cuestión y así poder estudiar las estructuras que lo rodean, aunque en los telescopios actuales, ya sean espaciales o terrestres, la distancia entre el ocultador y la cámara o el instrumento que observa el Sol es de apenas unos metros.
Pero poder alejar más el ocultador daría para observaciones de más calidad (la Luna hace las veces de un magnífico ocultador cuando hay un eclipse), así que en el caso de Proba–3 la distancia será de unos 150 metros entre ocultador e instrumento.
Si Canyval-X y Proba–3 funcionan como está previsto en el futuro probablemente veremos más telescopios espaciales formados por dos satélites que permitirán diseñar instrumentos que hoy en día, simplemente, no podemos construir en tierra o lanzar al espacio por su tamaño.