Por @Alvy — 19 de Septiembre de 2015

Laurie Santos resucita en forma de vídeo un viejo «experimento psicológico» relacionado con la contabilidad mental del que ya hablamos por aquí hace años, el de las entradas de cine compradas y perdidas. El planteamiento cambia ligeramente, pero la idea subyacente es la misma:

Si vas al cine a ver una película y te das cuenta de que has perdido las entradas que habías comprado por adelantado (y te habían costado, digamos, 20 euros en total), sopesarás la pérdida y decidirás si comprar otras o no.

Si en cambio vas al cine y al llegar te das cuenta de que has perdido un billete de 20 euros de tu cartera, sopesarás del mismo modo la pérdida pero es bastante más probable que te decidas a comprar las entradas de la película que ibas a ver.

En cualquier caso, has «perdido» en total 20 euros. Y esa es una de las muchas paradojas de la contabilidad mental: las dos situaciones son económicamente iguales (perdiste 20 euros), pero la primera parece mucho peor que la segunda.

Tal y como cuenta Santos la situación produce un paradoja irracional – lo que técnicamente se conoce como sesgo cognitivo: las personas no nos comportamos como dictaría la lógica a pesar de que ambas situaciones son equivalentes – y desde luego desde el punto de vista de un economista clásico lo son.

Esto explica en cierto modo por qué mucha gente tiene «compartimentos mentales separados» (o incluso cuentas físicas) para los gastos de la compra, el entretenimiento, el ahorro… Es una forma práctica de organizarse al no poder controlar mentalmente ciertas situaciones. Esto evita la dificultad que les produce pensar disponer de 20 euros para ir al cine si proceden de la «cuenta de ahorro para la jubilación» en vez de la de «entretenimiento». 20 euros son 20 euros. Son la misma cantidad. Son todos tuyos. Y son perfectamente «intercambiables» en cualquier momento.

Esta paradoja psicológica también tiene un lado oscuro: la gente con problemas de adicción al juego tiende a comportarse de manera diferente si el dinero con el que van a jugar es aquel que lleva inicialmente o bien es dinero que ha ganado (e incluso, con el «dinero regalado por la banca»)… A pesar de que «el dinero es dinero» y como tal, exactamente el mismo y perfectamente intercambiable.

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