Por @Alvy — 28 de agosto de 2014

Tal y como aprendimos en Planilandia, vivir en un mundo 2D es complicado; y descubrir el 3D puede ser un shock para sus habitantes, algo impactante dado que les resulta casi imposible comprender lo que están viendo y sintiendo. Por poner ejemplo: si aparece un visitante del mundo tridimensional con forma de esfera en un plano 2D lo haría como un círculo «aumentando y disminuyendo de tamaño» a medida que atraviesa el plano. Si fuera un ser humano quien lo hiciera aparecería «en lonchas», como cuando se ve nuestro cuerpo en imágenes de resonancia magnética.

Acceder a una dimensión superior permite obtener curiosos «superpoderes», como puede ser atravesar paredes y objetos: del mismo modo que los seres 3D podríamos ver un mapa 2D de un laberinto de esos que recorren los ratones de laboratorio desde «arriba» y fácilmente «saltar sus paredes» volando, otro tanto sucede entre 3D y 4D. Marc Ten Bosch lo ha mostrado en este vídeo que explica qué veríamos al usar la cuarta dimensión para sortear paredes y muros utilizando un videojuego isométrico llamado Miegakure y otros similares.

Si nosotros, meros mortales del mundo 3D, pudiéramos entrar y salir de la cuarta dimensión a voluntad, seríamos capaces de llevar a cabo tareas aparentemente imposibles: operaciones de cirugía sin tener que abrir con el bisturí a la gente, extraer el contenido de una caja fuerte sin conocer la combinación o viajar a velocidades increíbles entre punto aparentemente muy, muy lejanos.

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