Desde el 1 de enero de 2016 está en vigor en Australia una norma que dice que si un niño no tiene sus vacunas al día sin justificación médica sus padres no pueden recibir ciertos beneficios fiscales.
Y según se puede leer en Australia's 'no jab, no pay' policy got 200K more children vaccinated in first year esta medida hizo que en su primer año de aplicación cerca de 200.000 niños que antes no habían sido vacunados lo fueran. También hizo que el porcentaje de niños de cinco años completamente al día con sus vacunas subiera del 92,6 al 93,2 por ciento, lo que es una ayuda, aunque sea modesta de cara a mantener alta la inmunidad de grupo, que el gobierno australiano quiere llevar a un 95%.
Pero en ese mismo periodo unos 143.000 niños resultaron no estar al día con sus vacunas, lo que supuso que sus padres perdieran unos 15.000 dólares (13.000 euros) en beneficios fiscales.
En algunos estados australianos se están planteando dar un paso más en sus esfuerzos por conseguir que los niños sean vacunados y es más que probable que aprueben normas que supongan multas para los centros educativos que admitan niños que no tengan al día sus vacunas.
En cualquier caso no se plantean hacer la vacunación obligatoria, al menos no por ahora, al contrario que en países como Italia, donde exigen que los niños estén vacunados contra doce enfermedades infecciosas para poder matricularlos en el colegio, Bélgica, dónde es obligatoria la vacuna de la polio, o Francia. Allí son obligatorias las del tétanos, difteria y polio pero en breve lo serán además las de la tosferina, el sarampión, las paperas, la rubéola, la hepatitis B, la gripe, la neumonía y la meningitis C.
En España, donde sí es obligatorio vacunar a los perros, no es obligatorio vacunar a los niños, aunque afortunadamente los índices de vacunación son muy altos, más altos incluso que en países donde la vacunación es obligatoria.
Por eso, personalmente, no tengo una opinión clara respecto a la obligatoriedad de las vacunas, aunque tiendo hacia el no. Claro cada vez que leo acerca de muertes por enfermedades evitables gracias a las vacunas como el sarampión me lo replanteo.
Sin embargo, cuando se me pasa el calentón, sigo creyendo que la educación es la mejor arma; no hay nada mejor que explicar a los padres las ventajas de las vacunas para que, si dudan, vacunen a sus hijos convencidos de que lo hacen porque es bueno y no porque les obligan.
Si están obligados casi con toda seguridad intentarán no sólo saltarse las vacunas que puedan sino que harán campaña para que gente de su entorno tampoco vacune; si están convencidos de sus bondades como poco no intentarán convencer a nadie de que no vacune, y con un poco de suerte intentarán convencer a quien duda de que sí lo haga.
Así que aprovecho para rescatar estos consejos al respecto de Ignacio López-Goñi de su anotación Dudas sobre las vacunas: problemas y soluciones:
- Recuerda por qué nos vacunamos. Hay que explicar cómo las vacunas nos protegen de las infecciones y nos ayudan mantener la salud; reforzar la idea de que la vacunación es una norma social, porque la gente hace lo que cree que todo el mundo debe hacer. Da por hecho que va a vacunar a su hijo, ni si quiera ponlo en duda. Felicítale por vacunarlo (y concreta la fecha para la siguiente cita).
- No intentes asustar a la gente con mensajes catastrofistas, ya que te puede salir el tiro por la culata. Explica cómo se controla de forma rigurosa la seguridad de las vacunas, algo que no se suele contar a la gente. Las vacunas son uno de los agentes farmacéuticos mejor estudiados y más seguros del mercado. Es frecuente confundir correlación con causalidad: que dos cosas ocurran al mismo tiempo no quiere decir que una sea la causa de la otra. Que el autismo se manifieste los primeros años de vida al mismo tiempo que el calendario vacunal, no demuestra que las vacunas sean la causa del autismo. Pero el sufrimiento de unos padres con un niño autista, … es tremendo.
- Ten empatía. Evita ser despectivo. Hazte cargo de sus preocupaciones. Si tiene dudas, escucha, deja que hable, deja que acabe de hablar, reconoce el derecho que tiene para dudar y hacerse esas preguntas, sé positivo, responde de forma simple, sencilla, que se te entienda (“Hay más formaldehido en una pieza de fruta que en todas las vacunas que recibe tu niño”). Dedícale tiempo, con respeto, paciencia y confianza. Recuerda aquello de “siempre positivo, nunca negativo”.
- La verdad es la piedra angular de la aceptación de las vacunas. Explica claramente las posibles reacciones adversas que pueda haber, que no le coja por sorpresa las reacciones locales de la vacuna. Su hijo ha ido a vacunarse estando sano, sin fiebre y las reacciones locales pueden alarmar si no se han explicado antes. La fiebre, el malestar general, un pequeño sarpullido o enrojecimiento local no significan que la vacuna no funcione sino todo lo contrario. Es señal de que la vacuna está activando las defensas. Y explica las posibles reacciones adversas graves muy raras que puede haber (menos de un caso por millón de dosis administradas). Se honesto y claro. Ningún medicamento es 100% seguro y todos tienen efectos secundarios. Reconoce los riesgos, también hay riesgo en tomar un paracetamol, pero distingue claramente las reacciones locales de los casos graves y muy raros. Hay que dar la información a medida, según las dudas y las preocupaciones de los padres.
- Cuenta tu historia, tu propia experiencia, como profesional de la salud o como padre que vacuna a sus hijos: aquel viejo amigo del colegio que tuvo polio, o por qué tus hijos no han tenido rubéola. Y cuéntalo como una historia de ciencia. Explica que no hay nada más natural que las vacunas que inducen una inmunidad natural, al estimular a tu propio sistema inmune a producir su propia protección. Los anticuerpos que te protegen los produce tu propio cuerpo. La gente que está en riesgo es la que no hace nada.
- Utiliza las redes sociales. Involúcrate de forma proactiva con los medios de comunicación y en las redes sociales. Proporcionarles información, comentarios independientes, ayuda a los periodistas a entender los datos. Da información, respuestas, historias, videos. Internet puede ser una herramienta muy útil para luchar contra la duda. Los algoritmos que usa Google no ayudan. Google puede darte una información sesgada. Las palabras “clave” que te sugiere y los contenidos web que te ofrece puede estar condicionados por tus propias preferencias y consultas previas. Así, Google puede contribuir a crear, mantener o aumentar tus dudas o a creer que lo que opina una minoría es mucho más frecuente que lo que realmente es. Por ejemplo, los contenidos negativos tienden a proliferar más en internet. ¿Por qué una madre que ha vacunado a su hijo y todo ha ido fenomenal y están los dos sanos y felices va a escribir su experiencia en un blog o va a dejar un comentario en Internet? Por el contrario, si ha habido el menor problema, esa madre compartirá sus dudas en fórums o redes sociales y su testimonio se extenderá cómo la pólvora, generando una percepción errónea del problema. Como ya hemos dicho, los contenidos relacionados con la vacunación en la web y redes sociales son principalmente inexactos e incorrectos. Por eso, uno de los “campos de batalla” se libra en internet. Difundir mensajes en blogs, redes sociales, YouTube, … está muy bien, pero es complicado. El reto no solo es que los padres tengan acceso a la información, sino que esta se entienda y sea inteligible para cualquiera. Usa un lenguaje coloquial, muestra empatía y escucha al público.
Pero sí, es muy lamentable que tengamos que estar manteniendo este tipo de conversaciones –no lo llamaría debate porque en realidad no lo hay, pues está más que demostrado que las vacunas funcionan y salvan vidas– a estas alturas.
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