… ¿Y si vas con los ojos vendados?
Este experimento consiste en llevar a alguien a un gran parque, una gran playa o un lugar parecido y taparle los ojos, pidiéndole que camine en línea recta. Al poco se observa que no es algo que resulte especialmente fácil: la persona camina trazando círculos cada vez más y más pequeños (de hasta tan solo 20 metros de diámetro), tal vez con pequeñas rectificaciones ocasionales.
Contrariamente a lo que dice la sabiduría popular, si alguien se pierde en un frondoso bosque –y a nada que haya alguna referencia como el sol o montañas lejanas– la gente no acaba caminando en círculos. Pero al parecer en este experimento es implacable si el vendaje de los ojos está correctamente ajustado y no permite en absoluto ver luces ni hay sonidos de fondo que puedan servir de referencia.
Los científicos califican este efecto de «misterioso» porque no tienen muy claro a qué se debe. Una de las especulaciones al respecto tiene que ver con que tal vez tendamos a hacer giros hacia el lado «dominante» del cerebro, pero no hay una respuesta definitiva.
Quienes lo estudiaron más en profundidad llevando a gente a pasear por ahí a ciegas, con GPS y otros controles lo llamaron –tal vez jocosamente– el efecto de caminar recto en círculos. Su mejor sugerencia es que se debe a una especie de «ruido acumulado en nuestro sistema sensomotor» que no nos permite recalibrar bien la forma en que subjetivamente consideramos que andamos «rectos».
(Vía The Kid Should See This..)