Por @Wicho — 20 de agosto de 2012

Fmri fMRI del movimiento de una mano
Fmri fMRI del movimiento de una mano

Este artículo se publicó originalmente en Cooking Ideas, un blog de Vodafone donde colaboramos semanalmente.

No hace mucho Sir Robin Murray, un reconocido psiquiatra británico, decía que nunca seremos capaces de entender el cerebro, ya que es la cosa más compleja del universo.

Puede que no ande descaminado, pues aún después de todos los científicos de los últimos años seguimos sin saber exactamente como funcionan muchas de sus partes, por no hablar de los problemas que tenemos a la hora de definir lo que es la inteligencia, aquello que se supone que nos diferencia de los demás animales.

De ahí que los desarrollos en el campo de la inteligencia artificial hayan sido mucho menos espectaculares de lo que esperábamos hace sólo unas décadas y que aún estemos a años luz de ordenadores como HAL 9000 o el WOPR de Juegos de Guerra.

Pero aunque las funciones más elevadas del cerebro se nos escapen, hay cosas relativamente más sencillas que más o menos vamos entendiendo, y este entendimiento puede suponer un mundo de diferencia para algunas personas en un futuro esperemos no demasiado lejano.

Por ejemplo, sabemos que las funciones de control de las funciones motoras voluntarias residen en una parte del cerebro denominada corteza motora, y según los resultados de las pruebas realizadas en dos pacientes por la Universidad de Brown, el Departamento de Veteranos, el Hospital General de Massachusets, y la Facultad de Medicina de Harvard, un sensor implantado en ella podría dar cierto control del mundo que los rodea o incluso de sus miembros a personas paralizadas.

Sensor BrainGate2
Sensor BrainGate2

Este sensor, desarrollado por BrainGate, implantado directamente sobre la corteza motora, y conectado a un ordenador, por ahora mediante un cable, es capaz de leer las señales que se producen en el cerebro cuando el paciente piensa en mover un brazo, y con la ayuda del citado ordenador, convertirlas en las señales necesarias para controlar un brazo robot que estos pacientes usan, por ejemplo, para llevarse un vaso de agua a la boca sin ayuda de nadie.

Es cierto que aún falta mucho para que este proyecto tenga aplicaciones en el mundo real, ya que aunque las pruebas de este estudio se han realizado en las casas de los pacientes siempre se hacen en un ambiente muy controlado y con la presencia de miembros del equipo médico y técnico supervisándolo todo.

Conector BrainGate2
Conector BrainGate2

Pero, y a falta de un estudio más amplio que habrá que acometer, los responsables del proyecto dicen que sus investigaciones han probado dos cosas muy importantes.

Una, que la corteza motora sigue funcionando años después de que el paciente haya sufrido la parálisis, lo que da un margen para realizar este tipo de implantes.

Otra, que el implante funciona a largo plazo, pues Cathy Hutchinson, una de las pacientes que lo llevan puesto, lleva más de seis años con él puesto.

Aún así, el profesor Leigh Hochberg, uno de los miembros del equipo, recuerda que aún faltan años para que se cumplan todos los objetivos que les gustaría llegar a alcanzar, en especial los dos últimos, que son:

  • Desarrollar sistemas efectivos de comunicación para pacientes con el síndrome del encierro, aquellos que solo tienen control voluntario de los músculos de los ojos, algo en lo que ya avanzaron hace algunos años con otro estudio en el que otro paciente controlaba el cursor de la pantalla de un ordenador con un implante similar.
  • Crear sistemas de control neural mejorados para dispositivos de asistencia robótica para pacientes con parálisis.
  • Usar un sistema como este para que personas con amputaciones puedan controlar sus miembros artificiales.
  • Permitir reconectar los cerebros y los miembros de pacientes paralizados para que puedan volver a usarlos.

Hace poco Nicholas Negroponte decía que de hacer una versión actualizada de Ser Digital, su libro de 1995, el desarrollo tecnológico que incluiría en esta nueva edición y que no está en la versión actual del libro sería el de la biotecnología, la parte en la que el silicio se une a la biología, algo que en sus propias palabras «con toda certeza va a cambiar el mundo de forma excepcional».

Y parece que razón no le falta.

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