Suena a ciencia ficción, y aún estamos a años de que esta técnica se pueda aplicar en seres humanos -si es que alguna vez llega a poderse- pero en cualquier caso lo que se puede leer en Researchers create a new heart in the lab es absolutamente impresionante, ya que por primera vez en la historia un grupo de científicos ha conseguido crear un corazón funcional en un laboratorio.
Para ello cogieron un corazón muerto, eliminaron de él todas las células vivas, quedándose sólo con lo que se conoce como la matriz extracelular de éste, que es algo así como su infraestructura, y una vez limpia inyectaron en ella células obtenidas de corazones de ratas recién nacidas triturados.
Corazón de rata antes, durante y después del proceso de eliminación de células / Thomas Matthiesen
Esta «papilla» celular contiene un montón de tipos de células distintas, entre ellas muchas células madre y células progenitoras, que son similares a las primeras pero menos flexibles en cuanto a en qué tejidos se pueden convertir.
Junto con estas células el equipo también inyectó una solución rica en oxígeno y nutrientes y la hizo circular a través de los vasos que aún quedaban en la estructura vacía del corazón original.
A los cuatro días el equipo vio como varios de los corazones empezaban a contraerse, y a los ocho días tenían ocho corazones funcionales que eran capaces de bombear un fluido por sus aortas. Según se iban desarrollando les aplicaron estímulos eléctricos que sirvieron para que las distintas partes se sincronizaran y que además parece que ayudaron a crecer mejor a los corazones.
Una vez parados los estímulos los corazones siguieron latiendo por ellos mismos, algunos de ellos durante hasta 40 días.
Como decía al principio, aún falta mucho, y de hecho los corazones obtenidos en este experimento apenas tenían un 2% de la fuerza del corazón de una rata adulta y el 25% de la de un feto humano de 16 semanas, pero este procedimiento o uno derivado de él podrían algún día permitir fabricar órganos a medida para quien los necesitara, órganos que además no provocarían rechazo, ya que aunque la matriz extracelular perteneciera a un donante, el tejido vivo sería regenerado a partir de células del propio enfermo, con lo que su sistema inmunológico no rechazaría el nuevo órgano.
(Vía Pharyngula.)