Por Nacho Palou — 4 de octubre de 2007

El accidente en la planta de Chernóbil ocurrido en 1986 tiene el triste honor de ser el accidente nuclear más grave. También convirtió los alrededores de la central en uno de los diez lugares más contaminados del mundo —y lo seguirá siendo durante unos cuantos miles de años más.

Sarcofago de Chernobil
La central nuclear Chernóbil tras el accidente. En el círculo el sarcófago de cemento que cubre la zona afectada tras la explosión del reactor 1.

Tras la explosión de uno de los reactores de la central, situada al norte de Ukrania, se construyó sobre la marcha un precario y débil sarcófago vertiendo hormigón directamente sobre los escombros. Sellarlo costó la vida y la salud a numerosas personas que se vieron expuestas a la radiación durante su construcción. El caso más conocido es el del piloto de helicóptero Anatoly Grishchenko, quien contribuyó de manera notable a cubrir la vasija dañada con hormigón realizando numerosos y consecutivos vuelos sobre la central. Más al respecto en El accidente de Chernobyl que publicó el blog Curioso pero inútil con motivo del veinte aniversario del accidente.

El caso es que más de veinte años después aquel sarcófago de hormigón está debilitado y la radiación “contenida” encuentra múltiples grietas por la que escapar al exterior. El 95 por ciento del material radiactivo original aún se encuentra entre los escombros, de modo que toca hacer un cofre nuevo que cubra el cofre actual. La nueva estructura, llamada Nuevo Confinamiento Seguro (NSC), tendrá 105 metros de alto por 150 de ancho y casi 260 de largo. Costará algo más de 500 millones de euros.

Cofre Acero Chernobil
El cofre de acero cubriría el actual sarcófago de hormigon. Imagen de BBC, Chernobyl to be covered in steel.

Para evitar la exposición a la radiación, el grueso de la obra se llevará a cabo a unos metros del reactor; posteriormente la superestructura se desplazará sobre unos raíles hasta su posición final sobre el reactor dañado. Y así permanecerá mientras sea suficiente o surja ningún plan mejor.

No se puede saber cuánto de “seguro” será el nuevo confinamiento por mucho que la empresa constructora, la francesa Novarka, se comprometa a garantizar la seguridad del sello durante cien años. Pero suena bastante ridículo si se tiene en cuenta que el sarcófago actual (como todo lo que está en contacto con la vasija) permanecerá radioactivo durante al menos unos 100.000 años. Este es el mismo tiempo que se considera ha transcurrido desde que en África surgieron nuestros más directos ancestros.

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