Por @Alvy — 22 de marzo de 2020

En este vídeo de Mark Rober que es casi literalmente «para niños de cuatro años» se llevan a cabo algunos experimentos con niños de primaria para mostrar cómo en un entorno normal y corriente –una oficina o un hogar no son muy diferentes– se produce la propagación de gérmenes y virus a través de las manos y los objetos.

Tal y como explica Rober al comenzar, no existe todavía una «linterna mágica» que ilumine los gérmenes o virus, así que hace lo más parecido: utilizar un polvillo especial que reacciona con la luz negra (UV-A) que resulta invisible a simple vista pero visible cuando se ilumina con luz ultravioleta combinada con un poco de luz visible con una linterna especial. Entonces comienzan los experimentos:

  • En uno de ellos, tan solo la profesora de la clase se pone el polvillo-virus en las manos, dándoselo a tres niñas al saludarlas al comenzar el día. Al final de la clase todo está «contaminado»: mesas, manos, caras, cajas, el teléfono… el polvillo (gérmenes/virus) han llegado a todas partes.
  • En otro de los experimentos se comprueba cómo de fácil es que el polvillo llegue a la cara, más concretamente a la boca, nariz u ojos, los tres orificios principales de entrada que tienen este tipo de virus. Son, como apropiadamente dice, como nuestro canal de ventilación de la Estrella de la Muerte.
  • También hay un experimento para comprobar si es posible que el polvillo se transfiera a la cara aun intentando no tocarse, lo cual resulta un absoluto frasco porque tendemos a tocarnos 15 o 20 veces por hora sin darnos siquiera cuenta.
  • En otra prueba se pide a los niños con manos «contaminadas» que se laven las manos: el lavado resulta ser bastante deficiente y siempre quedan restos de polvillo bastante visibles. De ahí la importancia de lavarse correctamente las manos y hacerlo durante al menos 20 segundos.
  • También se muestra cómo darse la mano si se están contaminadas es mala idea. En una cadena con cinco niños que se dan la mano por orden todos muestran la inequívoca señal de «contagio» al terminar. Esto puede llegar incluso a cadenas de ocho personas. Por eso que entre las recomendaciones están no saludarse con besos ni dándose la mano sino de formas ingeniosas y divertidas: con el codo, los pies, un gesto con la cabeza o simplemente con la mirada.

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