Cinco minutos bastan para metaculturizarse aprendiendo con un vídeo de Ted-Ed sobre el Efecto Dunning-Kruger, un curioso sesgo cognitivo que podría resumirse en que los individuos incompetentes tienden a sobreestimar sus propias habilidades. En terminología popular moderna podríamos llamarlo también el efecto cuñado, el de los sabelotodos que no saben o simplemente el sentimiento de superioridad ilusorio.
Este sentimiento sobre diversas habilidades personales va más allá de la mera autoestima, y produce curiosas contradicciones matemáticas, como que si se pregunta a un grupo de programadores de una empresa el 30 o 40 por ciento creen estar en el percentil 95, o si se hace una encuesta entre conductores el 88% cree conducir mejor que la mediana – siendo ambas cosas matemáticamente imposibles a la vez, obviamente.
El hecho cierto es que este efecto no sólo afecta a incompetentes que son incapaces de saber que no saben, sino a todo el mundo en general y sobre cualquier aspecto de la vida también: ética, inteligencia, capacidad de razonamiento, gramática, ortografía, conocimientos financieros… incluso la habilidad para jugar al ajedrez.
Dicen los psicólogos que esto es debido simplemente a que no todo el mundo puede saber de todo y a que todos tenemos «zonas de incompetencia» sobre las que somos incapaces de juzgarnos a nosotros mismos. Los mejores consejos: hacer uso de la humildad, escuchar cómo nos valoran los demás –aunque resulte duro a veces– y sobre todo no dejar de aprender nunca. Así al menos se pueden ir reduciendo esos vacíos del saber.