Con un día de retraso sobre las previsiones iniciales -esta misión parece la de los eternos retrasos- el transbordador espacial Discovery ha vuelto al Kennedy Space Center a lomos del Shuttle Carrier Aircraft, un Boeing 747 modificado para servir como transporte de estas naves, tras un viaje de 2.200 millas con un coste aproximado de un millón de dólares.
El Discovery será preparado ahora para llevar a cabo la misión STS-121, misión que estaba asignada al transbordador Atlantis pero que por problemas con su tren de aterrizaje ha tenido que ser reasignada al Discovery.
También habrá cambios en la fecha de la misión, pues aunque estaba prevista para septiembre ahora ya se habla de que despegará como muy pronto en marzo o incluso en mayo, suponiendo que la NASA sea capaz de solucionar para entonces los problemas de desprendimiento de espuma aislante del tanque principal del combustible que volvieron a ocurrir durante la recién terminada misión STS-120 y que han forzado a la agencia a volver a poner fuera de servicio la flota de transbordadores.
La misión STS-121 es la segunda misión de vuelta al vuelo de los transbordadores, y además de comprobar su seguridad tras las modificaciones llevadas a cabo tras el accidente del Columbia, modificaciones que es evidente que han sido insuficientes, servirá también para aprovisionar la Estación Espacial Internacional, cuyo futuro vuelve a pender de un hilo ante el anuncio del director de la NASA de que ya no se compromete a hacer un número de lanzamientos determinado sino a hacer los que puedan con seguridad.
Como todos sabemos, es muy fácil hacer leña del árbol caído, y tras el lanzamiento del Discovery no han sido pocas las voces que se han dejado oír en contra de estas naves y proponiendo su retirada inmediata, pero quizás el varapalo más serio haya sido el informe minoritario y disidente de 7 de los 26 miembros de la comisión independiente Stafford-Covey que tenía como misión supervisar los esfuerzos de la NASA para devolver al vuelo a los transbordadores.
El informe de la mayoría concluía que los transbordadores estaban en condiciones de volver a volar, a pesar de que no se habían cumplido tres de las condiciones impuestas por la comisión que estudió el accidente del Columbia para volver al vuelo; el informe de los 7, incluido en el informe final de la comisión a petición del administrador de la NASA, es mucho menos amable con la NASA y dice que algunas mejoras en la seguridad fueron obviadas en aras de cumplir con fechas de lanzamiento imposibles.
También dicen que un mal liderazgo ha hecho que la vuelta al espacio de los transboradores haya sido más complicado, caro y largo de lo necesario. De hecho, dicen que algunos de los rasgos más preocupantes que contribuyeron al desastre del Columbia, como encargados arrogantes y demasiado seguros de si mismos, siguen presentes.
Esperábamos que la dirección de la NASA fijara un alto nivel de exigencia en el trabajo después del Columbia... En general, fuimos decepcionados.
Lo curioso es que este informe fue escrito antes del lanzamiento del Discovery.