En este vídeo con toques viejunos un joven Richard Dawkins explica en un programa de televisión paso a paso la evolución del ojo, uno de nuestros órganos sensoriales más importantes. Es sin duda uno de sus ejemplos favoritos, tratado en muchos de sus libros, porque el ojo es una de las «piezas» más complejas que se han desarrollado en los animales. Este en concreto que que proviene de Escalando el monte Improbable, que se menciona durante la charla.
La perfección del ojo en cuanto a la función que realiza y los intrincados detalles de cada uno de sus componentes son, según los zumbados negacionistas de la teoría de la evolución «una demostración de que Alguien debió diseñarlo». Argumentan que «medio ojo» no serviría para nada o que no ha habido tiempo suficiente a lo largo de la vida en la Tierra como para que hubiera evolucionado algo tan complejo.
Como explicación, en la charla didáctica paso-a-paso se muestra cómo incluso en su versión más básica a algún ancestro nuestro le habría venido bien tener simplemente una o varias células fotosensibles para diferenciar el día de la noche, en qué dirección está el sol o si de repente aparece un depredador. Información útil para sobrevivir en un mundo hostil.
A medida que el ojo va evolucionando paso a paso es capaz de empezar a distinguir las formas de los objetos y eso marca la diferencia entre los seres que tienen ojos con lentes –quizá surgidas como forma de proteger a las células fotosensibles– y sin lentes. Pueden distinguir si lo que tienen delante es un voraz enemigo o una apetitosa alga comestible.
Mediante una simulación por ordenador se puede incluso ver qué porcentaje de «mejora» supone un cambio importante en la calidad de imagen que se recibe a través del ojo. Incluso con un ratio evolutivo de solo el 1% en cada paso, a lo largo de 250.000 generaciones –un valor a escala temporal geológica, que es lo que importa, y que en realidad fue de más bien 500 millones de años– el cambio es más que notable.
El contraargumento numérico viene a decir que es obvio que «medio ojo es mejor que el 49% de un ojo, igual que un 1% de ojo es mejor que nada». Y tiempo ha habido de sobra para que cualquier ojo haya ido evolucionando. Cada «salto» del 1%, o incluso menos, es simplemente cuestión de azar. Una explicación mucho más plausible a la de que un día cualquiera surgió un ojo completo como fruto de algún tipo de «milagro» – para la cual además no cabría ninguna otra explicación posible.
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