Robert Munafo es un apasionado de los grandes números, lo que algunos llaman un googlólogo (que proviene del término googol, uno de esos números descomunales inventados para hacer alucinar al personal). Por aquí hemos mencionado alguna vez alguno de sus ingeniosos problemas matemáticos y paradojas. El hombre parece pasar el día dando vueltas a números tan grandes que son difíciles de concebir.
Un número calculado por Munafo que produjo un «escalofrío de éxtasis» a Cliff Pickover –otro gran cazador de curiosidades numéricas– es este:
Que se define como
El número estimado de posibles experiencias vitales que puede tener una persona, tomando como base un ancho de banda de 1010 bits por segundo.
Si se piensa, tiene cierto sentido: es razonable suponer que al cerebro de una persona sólo puede llegar una cantidad finita de información procedente de los sentidos por unidad de tiempo. Sería algo así como el ancho de banda de los sentidos, tomado en bruto y contando por lo alto: unos 10 Mbps para la vista, 1 Mbps para el tacto, etc. Esta sería la capacidad real – aunque se ha especulado que el ancho de banda consciente que procesamos es mucho menor, del orden quizá de tan solo unos 100 bits por segundo en total. Pero Munafo tira por lo alto para asegurarse.
Visto de otro modo eso quiere decir también que es número sería el número máximo de «personas posibles». Porque si somos lo que somos en base a nuestras experiencias únicas a lo largo la vida, a partir de ese punto habría seres «repetidos» cuyas experiencias completas a lo largo de su vida habrían sido exactamente las mismas.
En cualquier caso todo esto está por muy, muy por encima de los 1080 átomos que se supone que como máximo componen el universo visible. Así que ese valor de las «posibles experiencias vitales» es infinitamente mayor, si acaso sirve como comparación.
Es mayor incluso que el de posibles «configuraciones de un cerebro humano» (unas 101016) teniendo en cuenta el número de posibles universos del multiverso, lo cual permite hacerse una idea de lo brutos y someramente aproximados que son estos cálculos – que al menos sirven para establecer ciertos límites. Límites como es lógico muy difíciles de comprobar, por decir algo. Pero está bien saber que hay alguien calculándolos.