Materiales del experimento – R. Möller / C. S. Cockell
En algún lugar de la Universidad de Edimburgo hay una caja de roble que contiene 400 viales de cristal sellados –bueno, ahora alguno menos– que a su vez contienen esporas desecadas de B. subtilis y Chroococcidiopsis sp. Esta caja y sus contenidos están duplicados en el Museo de Historia Natural de Londres.
Son el material de un experimento sobre la capacidad de supervivencia de las bacterias a largo plazo. A tan largo plazo que el experimento, que empezó en 2014, no terminará hasta el 30 de junio de 2514. Sí, se trata de un experimento que va a durar 500 años. Para que luego digan que los científicos no son pacientes.
La idea es que cada dos años durante los primeros 24 años del experimento se sacan seis viales de cada una de las cajas, se abren, se rehidratan las esporas, y se mide su capacidad de germinar. Tres de los viales están en una simple caja de cartón, los otros tres en una caja de plomo para protegerlos de la radiación ambiente. A partir de ahí se repite el proceso cada 25 años hasta llegar a 2514.
En las medidas realizadas en 2014 y 2016 no se observó que la capacidad de germinar de las esporas se hubiera reducido; los resultados de 2018 aún no están publicados pero es de suponer que no haya gran diferencia. A parte de las muestras de 2014, además, se las sometió a «castigos» adicionales sometiéndolas a rayos X, ultravioletas, agua oxigenada al 10%, calor seco a 120 ºC y calor húmedo a 100 ºC para tener unos datos base para comparar en el futuro con otras muestras que sean sometidas a los mismos procesos.
El mayor problema de este experimento es conseguir que alguien de dentro de varios siglos, suponiendo que nuestra civilización y la ciencia sigan existiendo, sea capaz de saber lo que tiene que hacer con las muestras que hay en esas cajas –siempre que no se pierdan en un sótano o en un trastero, claro-.
Para ello las instrucciones del experimento indican que cada 25 años hay que copiarlas y actualizarlas en cuanto a cambios tecnológicos y del lenguaje que puede haber habido. Hay que copiarlas además en papel de calidad de archivo y la copia en formato electrónico tiene que ser puesta también al día en un formato actual para el momento en el que se haga la copia.
El objetivo final del experimento es intentar comprobar empíricamente las hipótesis acerca de lo que les da su longevidad a los microbios y su capacidad de resistir a la desecación así como ayudar a entender qué los hace morir.
Pero más allá de eso me parece un ejemplo precioso de la curiosidad humana que ha llevado a unos cuantos científicos a poner en marcha un experimento cuyo resultado nunca verán porque les puede más la necesidad de aprender cosas, aunque quienes se vayan a beneficiar de esos nuevos conocimientos sean descendientes muy remotos de ellos
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(The Atlantic vía Prof. Abel Méndez).