Por @Alvy — 5 de mayo de 2017

El spinner se ha convertido en uno de los juguetes de moda en los patios de los colegios: se trata de un sencillo artilugio giratorio con rodamientos, que se puede hacer girar fácilmente y que dura y dura y dura… entre otras cosas gracias a su escaso rozamiento.

Un spinner básicamente un giróscopo, algo cuya física se conoce bien y que produce una especie de fuerza que lo mantiene fácilmente en equilibrio – lo que permite usarlo para hacer malabares y conseguir efectos de lo más curiosos. Algunos modelos incluso tienen una muesca o agujero en el centro donde se puede insertar un eje.

Aunque se pueden comprar en cualquier tienda por unos pocos euros hay quien prefiere fabricarse su spinner a medida –con el equipamiento y las precauciones adecuadas– para crear modelos más artísticos o incluso buscando los límites de la física del chisme en cuestión.

En este vídeo, por ejemplo, Giaco Whatever muestra cómo fabrica uno artesanalmente cual hábil tornero, para luego hacerlo girar más de 99.999 revoluciones por minuto [00:02+] «Simplemente… Porque puedo», se llama su canal. El instrumento que utiliza para hacerlo girar es una pistola de aire a presión; hay gente que los hace girar con soplahojas o cualquier otro aparato que expulse un chorro de aire. La forma de medir la velocidad es mediante un tacómetro acústico, aparato que también existe en versión app para móviles (se basa en la frecuencia del sonido que emiten los motores y spinners al girar).

En su cuenta de Instagram tiene más fotos sobre la fabricación y experimentos que ha realizado; desde allí es fácil enlazar con vídeos –la mayor parte algo aburridos, todo sea dicho– sobre trucos, qué sucede si se lanza un spinner al agua y cosas así.

Mención especial para la versión que comentamos el otro día que básicamente es un spinner que levita (el Levitron de toda la vida, vamos).

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