Por segundo año consecutivo el astrónomo Ian P. Griffin, director del museo Otago en Dunedin, Nueva Zelanda, ha organizado por segundo año consecutivo un vuelo charter bautizado como Flight to the lights para ir a la caza de una aurora austral.
Y así, saliendo desde Christchurch el pasado 22 de marzo, un Boeing 787-9 Dreamliner de Air New Zealand tomó rumbo sur para volver a aterrizar en el mismo aeropuerto diez horas más tarde tras haber seguido una ruta un tanto curiosa que lo llevó hasta los 70º de latitud sur.
En el vídeo de arriba se resumen seis horas de vuelo en seis minutos; el máximo «auroril» se produce entre los 3:45 y los 5:00.
Iban a bordo 150 personas –sólo vendían pares de asientos junto a las ventanillas– que pagaron entre 2.500 y 4.700 euros según si volaban en turista o en primera. Aparte de lo de llegar a Christchurch, claro. Aunque según Griffin en 2017 una mujer voló desde España para participar en el vuelo del año pasado.
Es un dineral, pero hay que tener en cuenta que por allí abajo tienen complicado ver auroras desde tierra firme porque aún yéndote al extremo sur de la Isla Stewart, el trozo más al sur de Nueva Zelanda, estás a una latitud equivalente a la de Austria o a la de Quebec, lo que es demasiado poco hacia los polos.
Tampoco lo tienen fácil con los vuelos regulares. Pues si bien no es raro que en un vuelo trasatlántico los pasajeros puedan ver auroras, y de hecho hay muchas fotos y vídeos rulando por ahí que lo demuestran, hay pocas rutas que vuelen tan al sur como para que eso pueda pasar para nuestros amigos de las antípodas.
Así que probablemente también llenen el vuelo de 2019.
(Vía Daniel Fischer).
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