La respuesta no es tan simple como pudiera parecer a primera vista. Imaginemos que la estamos observando desde un satélite y tomamos medidas. Si ahora la recorremos a pie, ¿saldría la misma distancia? ¿Y si la recorriera una bacteria? Desde el satélite vemos unas líneas «más o menos rectas», pero si la recorremos caminando encontramos pequeños obstáculos que debemos rodear y si somos una bacteria tendrán importancia hasta los granos de roca que estemos recorriendo. Podemos continuar indefinidamente hasta encontrarnos con el tamaño y forma de los átomos.
Esta es una de las reflexiones que llevaron a Benoît Mandelbrot al mundo de los fractales, un excelente artículo que puede servir como introducción a ese fascinante tema, ahora rescatado por Historias de la ciencia. Incluye también una lista de enlaces a páginas para descubrir más sobre el maravilloso mundo de estas bellas entidades matemáticas.
Por cierto: la respuesta a la pregunta original es 12.429 kilómetros. Esta es la longitud oficial de la costa de inglaterra, la que figura en los atlas. En vez de divagar con el infinito en un un mundo de dimensiones fractales, los cartógrafos fueron a lo práctico.
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