El suplemento El País Semanal dedica esta semana un reportaje a los Fraudes científicos montados con más o menos malicia por sus autores, en general científicos más preocupados por la codicia de ser aclamados o escribir su nombre en los libros de historia —algo que muchos han conseguido, aunque en el capítulo de mentiras y decepciones— que en aceptar los verdaderos resultados de sus investigaciones.
Entre los casos de ratones pintados con rotulador, los sapos manipulados con tinta china, los utensilios de hace 600.000 años o el eslabón perdido que dejó de estarlo, hay ejemplos de “confusión” como el protagonizado por en 1989 por los físicos Pons y Fleischmann en torno a la fusión fría. Llegaron a afirmar que de forma sencilla y prácticamente a temperatura ambiente de su esquema de fusión “sale más energía de la que ponemos”. Un caso reciente fue el previsible fiasco de Steorn y la energía gratuita infinita. También reciente fue el caso del profesor Hwang Woo-suk y el fraude de la investigación sobre clonación celular de Corea del Sur.
Además se recogen casos de seudociencia y de farsantes intencionados como Uri Geller “el doblador de cucharas” que beben de la ignorancia de los medios de comunicación y que dejan en evidencia que el ser humano es “un creyente instintivo”, en palabras de James Randi —azote de la seudociencia y organizador del desafío del millón de dólares al que demuestre tener poderes paranormales.