Una de las frases míticas de Star Trek es la que a menudo le dice el señor Spock al capitán Kirk cuando se encuentran con una forma de vida alienígena en los viajes del Enterprise, que dice poco más o menos «es vida, Jim, pero no como la conocemos».
Pero parece que no hace falta saltar al hiperespacio para encontrarnos sorpresas.
Ya conocíamos la existencia de bichos tan raros como los extremófilos, que viven en ambientes que acabarían en cuestión de segundos con otros seres vivos, pero a finales de noviembre de 2009 un equipo de la NASA que había perforado un hueco de 200 metros de profundidad en la Barrera de hielo de Ross en la Antártida se encontró con una enorme sorpresa al capturar en vídeo un anfípodo de la familia de los lisianásidos:
NASA | Surprise Shrimp Under Antarctic Ice [2:14, sin sonido]
Para entendernos, es como una especie de gamba de unos 7,5 centímetros de longitud que vive en un lugar al que no llega la luz del Sol y donde los biólogos pensaban que como mucho podía haber vida bacteriana.
Y por si fuera poco también sacaron un tentáculo que creen que puede haber pertenecido a una medusa de unos 30 centímetros de longitud.
Es posible que ambas criaturas hubieran llegado hasta allí desde el mar abierto, pero este se encuentra a más de 20 kilómetros del punto en el que se realizó la perforación, que por otra parte sólo tenía unos veinte centímetros de ancho, con lo que las posibilidades de acertar ya no con una sino con dos criaturas que se hubieran pegado todo este viaje parecen cuando menos reducidas.
Este hallazgo no quiere decir ni con mucho que vaya a ser más fácil encontrar vida más allá de nuestro planeta, pero sí podría hacer replantearse algunas ideas acerca de dónde podríamos encontrar vida, en especial de cara a futuras misiones a las lunas heladas de Júpiter.