Por @Alvy — 23 de febrero de 2016

Los giroscopios me siguen pareciendo unos artilugios fascinantes, así que me ha encantado ver al astronauta Tim Peake mostrando cómo se comporta un giroscopio en caída libre a bordo de la Estación Espacial Internacional , comparando qué sucede cuando está en reposo frente a cuando está «en funcionamiento», girando a toda velocidad.

(…) El efecto giroscópico y las fuerzas que lo gobiernan puede observarse en juguetes como las peonzas o trompos, que se mantienen estables gracias a sus giros, así como los yo-yós y diábolos. Los efectos giroscópicos también juegan un papel esencial en el peculiar equilibrio de las bicicletas y motocicletas (incluyendo el «tumbarse para girar, sin mover el volante»), en los sistemas de navegación de barcos, aviones, misiles, naves, telescopios y sondas espaciales e incluso en los Segways [además de los modernos coches, drones, hoverboards y todo tipo de artilugios].

Un giroscopio inmóvil se comporta como cualquier otro objeto en la Estación: simplemente flota en el interior del laboratorio. Pero cuando está rotando el efecto giroscópico entra en escena, haciendo que se comporte con una estabilidad sin igual. De hecho incluso intentar desplazarlo resulta inútil: el giroscopio seguirá apuntando siempre en la misma dirección de su eje (plano) mientras pueda estar rotando.

En este estado el giroscopio seguiría dando vueltas hasta detenerse por el rozamiento del aire (sí: el aire del interior de la Estación), pero dado que es un «contacto» sumamente suave sería algo que podría requerir muchos, muchos minutos. En algunos experimentos en los que además se hace el vacío a su alrededor, en una campana y utilizando un campo magnético como el del Levitron un giroscopio pueden durar perfectamente estable horas, horas y más horas.

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