Aunque no sepamos como se llama, casi todos hemos visto el efecto Leidenfrost en acción.
Es el que se produce cuando una o varias gotas, normalmente de agua pero puede ser cualquier líquido volátil, caen sobre una superficie caliente, normalmente una sartén cuando vemos esto en casa.
Si la superficie en cuestión está a la temperatura adecuada –unos 190 ó 200 grados– las gotas, en lugar de evaporarse rápidamente, bailan como locas sobre esta.
Esto sucede porque se forma una capa de vapor en el punto en el que la gota entra en contacto con la superficie caliente, capa que actúa como aislante, ya que conduce el calor peor que el agua.
Pero si la superficie sobre la que caen las gotas tiene una textura como de dientes de sierra las gotas no se mueven por ella al azar, sino que siguen una dirección concreta, tal y como se puede leer en Water droplets make for an aMazing film.
Esto fue utilizado por Carmen Cheng y Matthew Guy, de la Universidad de Bradford, para crear el laberinto que se ve arriba con piezas de aluminio convenientemente estriadas para dirigir el movimiento de las gotas de agua que dejan caer en él.
Según dicen lo han usado en numerosos colegios y otros actos de promoción de la ciencia, dejando siempre al público asombrado, y no es para menos, ya que por la forma del laberinto las gotas parecen seguir una especie de movimiento escheriano curiosamente hipnótico.
(Vía Ciencia en Directo | Materia).